En política como en economía y como en la vida misma, todos actúan de acuerdo a lo que creen que va a pasar. Cada actor importante puede hacer lo que mejor crea conveniente y como también pasa en todos los ámbitos, lo que no puede evitar es vivir con las consecuencias.
Hoy la política toda, desde el Presidente a los gobernadores, legisladores y dirigentes, están viviendo con la consecuencia de que no se haya aprobado la primera ley de un nuevo gobierno, cosa que no había pasado nunca en la historia.
El fondo de esa discusión era, como ya dijimos muchas veces, una cuestión de plata. Esa cuestión de plata, no sólo no se solucionó, sino que se agravará para los provincias. Y para el gobierno, aunque pueda seguir adelante con la primera fase del ajuste, e incluso tenga éxito, siguen siendo necesarias reformas más profundas que hagan sustentables los cambios para que el país vuelva a crecer.
Pero ¿cómo quedó todo después del fracaso de la ley Ómnibus? Primero, el presidente, buscó convertirlo en un triunfo dejando en evidencia a la casta. Segundo, con la confianza muy dañada entre los actores políticos, quedaron en suspenso las negociaciones, pero no las conspiraciones. Tercero, el gobierno se embarcó en un ajuste más profundo y por las malas que las provincias tomaron como vendetta. Cuarto, que la administración, decidida a seguir adelante, entró en una dinámica de medidas de alto impacto que muestran voluntad política y le permiten marcar agenda. La eliminación de los fondos fiduciarios y del INADI, debían surgir, digámoslo así, por las buenas mediante la ley. El gobierno busca mostrar que van a salir igual.
Cuando dije que se suspendieron las negociaciones, pero no las conspiraciones no lo dije en tono figurado: la política toda está haciendo cálculos y no sólo cálculos. Hay quienes preferirían que Milei no pueda seguir y se la jugaron a que eso es lo que va a pasar. El riesgo es confundir lo que uno quiere que suceda con lo que realmente puede suceder es delicado. Juan Grabois es el más brutal en expresar que quiere que al gobierno le vaya mal, pero no es el único. Los zigzagueos del gobernador de Córdoba Martin Llaryora, el documento golpista de Cristina Kirchner, y la presión de Sergio Massa a Kicillof por fondos para las intendencias hablan de una sola cosa: la lucha por el liderazgo en el peronismo que tiene dos vertientes. Por un lado liderar la oposición y no desdibujarse si la discusión es con los dialoguistas, y por otro, buscar estar listos para la oportunidad en caso de que a Milei las cosas le fueran mal.
El problema que tienen, no importa la graduación de traición en sangre, es que, en el plano económico, el ajuste está produciendo el efecto que esperaba el gobierno y con la inflación en baja habrán quedado al descubierto en plena luz del día todos los que prendieron el helicóptero antes de tiempo. Es más, pueden lamentarlo doblemente si los precios se calman antes de lo esperado.
Ese es el andarivel donde el gobierno se la juega toda. Toda es toda. La expectativa de bajar la inflación tiene un esquema A y un esquema B. Al esquema A, lo dijo el presidente: una baja en el primer semestre. Al esquema B lo hablan con la almohada, no se animan ni a susurrarlo y es una baja que se anticipe. Con la inflación de febrero volando sensiblemente más abajo y el dólar tranquilo, más la sintonía con el Fondo Monetario, puede que algunos se arrepientan de mostrar tan tempranamente su glotonería destituyente.
Pero es Argentina, y a Seguro se lo llevaron preso. Por eso es todo un juego minuto a minuto como en el rating de la televisión. El presidente para quien ser un showman no es un problema, se sube al ring de la batalla cultural, a veces muy border, entre la estridencia y el insulto mientras busca ganar tiempo. El resto calla o se queja de las formas, y espera.
Pero el viernes que viene todos se volverán a ver las caras. Milei deberá hablarle a la Asamblea legislativa en un Congreso al que llamó nido de ratas. Por estas horas el presidente, busca que la mayor cantidad de gente posible vea la apertura de sesiones. Quiere el efecto doble de estar adentro, pero estar también afuera como en su asunción.
Los siete días que quedan hasta entonces serán de negociaciones en dos sentidos: con las provincias y con el PRO, aunque en este último caso sólo en marzo cuando el partido tenga presidente, casi seguro en Mauricio Macri, habrá una delineación más clara de lo que se viene.
Es un escenario muy frágil y Marzo está llegando más rápido de lo que parecía. El presidente conminará a los legisladores a estar con el cambio o con la decadencia. Si logra bajar la inflación quienes elijan oponerse quedarán muy debilitados. Si no lo logra, esos serán los líderes emergentes. El que calcule mal pierde. Javier Milei desconcierta sobre todo a la política, porque no le importa el costo político de ajustar. Eso es posible sólo si el ajuste funciona. Es plata o mierda, como se dice vulgarmente.
¿Cuántos quieren lo mismo que Juan Grabois pero no lo dicen? Pronto se sabrá quién calculó bien, quien calculó mal, y cuantos se quedan recalculando.