"Dicen 'primero la gente', pero los chicos no pueden estudiar porque se mueren de frío en escuelas sin gas"
Miércoles, 01 Junio 2022 10:48

"Dicen 'primero la gente', pero los chicos no pueden estudiar porque se mueren de frío en escuelas sin gas"

Volvé a escuchar el comentario editorial de hoy de Cristina Pérez.

El gobierno arrancó la semana con el nuevo slogan Primero la gente. Cuando uno entra al sitio en la primera ventana dice “Avanzar en Obra Pública” y en la sexta dice “Avanzar en Educación”, pero en los hechos, la semana comenzó con cientos de chicos que no pudieron estudiar en la provincia de Buenos Aires porque las escuelas no tienen calefacción por falta de gas y electricidad. 
No avanzaron en obra pública ni avanzaron en educación en las escuelas de la provincia de Buenos Aires. Las que tuvieron mejor suerte sólo redujeron los horarios, pero otras directamente suspendieron las clases por frío, sí, por frío. 
¿Cuándo estuvo Primero la Gente si dos años de pandemia no fueron suficientes para poner en condiciones los establecimientos educativos? A los padecimientos de los chicos por el tiempo perdido en aprendizaje, con las consecuencias nefastas de la falta de sociabilización con sus pares y el retraso madurativo y emocional de no ir a la escuela que en muchos casos los dejó estancados en la edad que tenían cuando comenzó la pandemia, ahora se suma la total desidia en infraestructura en uno de los países donde más tiempo estuvieron interrumpidas las clases por Covid. Este cuadro, en el caso de chicos con capacidades especiales representa un drama multiplicado como ocurre en la Escuela de Educación Especial Número 536 de Villa Elisa. Paula, mamá de una nena que gracias a volver a clases había hecho pequeños progresos, contó llorando lo que esto implica para ella en Radio Rivadavia. 
El mismo gobierno que fue a la Corte Suprema de Justicia para impedir que regresaran las clases en la ciudad de Buenos Aires porque “la circulación” “incrementaría la velocidad en el crecimiento de los contagios poniendo en riesgo la salud de la población”, no repara en el riesgo para la salud de la población que implica estudiar en escuelas convertidas en freezers, cuando además, aún es necesario por la prevención del Covid mantener ventanas abiertas para que haya circulación de aire. Si encima no hay una temperatura acorde, para poder resistirlo, estudiantes y docentes están expuestos cruelmente a las consecuencias del frío. No les queda otra que padecerlo en el transporte público y cuando llegan a la escuela el abandono edilicio se ensaña con ellos.
Ni siquiera comenzó el invierno, con lo cual las perspectivas son desoladoras sobre el impacto que puede tener la falta de obras en el año lectivo. Recién ayer, los gremios docentes bonaerenses solicitaron una reunión con las autoridades de la provincia de Buenos Aires para “acceder a la información de los planes y programas destinados a obras de gas, encendido y mantenimiento de sistemas de calefacción” y plantearon que en algunos distritos no se aseguran las condiciones para el dictado seguro de clases. Es decir que se abren interrogantes sobre la continuidad de la enseñanza, lo que profundizaría la catástrofe educativa generada en pandemia en un tercer año consecutivo, cuando se esperaba la normalización de la educación presencial. 
La provincia de Buenos Aires no puede afirmar que le faltaron fondos. Ciertamente, ha sido la más beneficiada con transferencias extraordinarias. En el primer cuatrimestre los fondos discrecionales que recibió el gobernador Axel Kicillof aumentaron un 300% en comparación con el año anterior, es decir casi seis veces la inflación, pasando de $26.333 millones en 2021 a $78.626 millones en 2022. Así y todo, y con el inminente comienzo de las clases, no alistaron los establecimientos para soportar el frío. “Ah pero...”, primero la gente. 
Todavía a fines del año pasado se calculaba que eran 500 mil los chicos que no habían regresado a la escuela luego de la pandemia.  Ahora es el propio estado el que termina expulsándolos de las aulas por no ofrecerles las condiciones mínimas. Y todo esto no ocurre en un vacío, sino que impacta en la población más afectada por la pobreza que en un 60% afecta a los menores.
Anoche con temperaturas de 2 0 3 grados, adolescentes reclamaban en la puerta de una escuela bonaerense no por el frío que pasaban ellos y sus profesores en las aulas, sino porque les habían suspendido las clases por una semana y porque les proponían volver a clases virtuales cuando muchos de ellos o no tenían conectividad o no tenían un celular que la permitiera. 
Hoy sabemos que sólo 16 de cada 100 chicos del país termina el secundario en tiempo y forma, con los conocimientos necesarios, y se agrega el insólito impedimento climático a la lista del drama social que lo provoca.

Es que justamente por evidente es que resulta aún más escandaloso. No se trata de la excepcionalidad de la pandemia. Ni siquiera de la controversia política o de índole ideológica que se desató sobre la circulación del virus en las escuelas que derivó en multitudinarias marchas de padres y chicos. Es el frío, ¡el frío!, lo que les impide estudiar. Fallaron, fallaron feo en la situación más previsible de todas. Y eso sólo demuestra lo poco que les importa. Nadie, nadie podía predecir el Covid, la primera pandemia a escala planetaria. Pero por favor: nadie puede alegar que no sabe que llega el invierno todos los años y que los chicos merecen no morirse de frío, cuando en medio de enormes carencias que ya les impone la realidad, hacen todo el esfuerzo por ir a la escuela y abrirse como pueden un futuro.