El reconocido artista, payaso, mimo y conductor infantil más popular de la Argentina, habló en profundidad en Íntimamente con Alejandra Rubio de su vida, su infancia, su actual amor y su presente. Como Llegó a realizar casi 60 presentaciones en el Teatro Gran Rex, 19 en el Luna Park, como sigue creciendo en plataformas llegando a más de 400 mil familias de todo el mundo y casi 300 millones de reproducciones en YouTube… Hoy realizando su espectáculo por todo el país, reparte su vida entre el show para niños y un encuentro intimista para adultos que lo llena de emoción: “Mi show para adultos es una charla. Un encuentro con aquellos chicos que fueron mi público, hoy pasaron 35 años y traen a sus hijos a mis espectáculos. Cantamos, reímos, recordamos… Hay un micrófono abierto para que la gente pueda decir, contar y preguntar lo que quiera. Es una forma de volver a la infancia y a esos recuerdos de la niñez. Siempre quise estirar la niñez de los chicos en el tiempo y esta forma de recuperarla en los adultos, aunque más no sea por un rato, es emocionante.”
Varias generaciones crecieron con Piñón y hoy llevan a sus hijos a sus espectáculos. El enganche con el público infantil sigue intacto, y el espectáculo una unión en la familia: “Después de 35 años descubrí una trampita que ni yo me había dado cuenta. Creo que cuento con un plus de ventaja que desarrollé intuitivamente desde mi experiencia como artista callejero y animador de cumpleaños. Y es ser una opción familiar, no solamente infantil. Entretener y divertir a niños y adultos sin distinción… y obviamente divertirme yo también! Creo que ahí radica un simple secreto. Hay una postal que me emociona: cuando miro a los padres participando de mi show y atentos a lo que sucede en el escenario, e inmediatamente veo a los hijos mirando a sus adultos disfrutando de lo que pasa al lado de ellos. Hay fragmentos de mi canción “30 son 30” que intentan graficar un poco mi sentimiento: ‘Y hoy me traes la luz que te encandila, un regalo que la vida te entregó, cuando escucho que le brindas mis canciones yo me miro en un espejo que se empaña de emoción… y yo vengo navegando por el tiempo, en la nave que se llama niñez, te lo juro si la vida me dijera que yo pida lo que quiera, viajaría otra vez…’ Cuando escribí esa canción pensé mucho en mis hijos, que crecieron con mi personaje. Cuando lo trasladé a los otros niños que crecieron también con Piñón y se hicieron padres, noté que era totalmente aplicable a ambos casos. La emoción que todo eso me genera es inmensa y ¡por partida doble!. Hoy esos padres y esas madres me vienen a ver al espectáculo que hago para adultos y me emociona. Me emociona ver que traen sus fotos de niños conmigo y hoy siguen con la ilusión de sacarse una nueva. No vienen con sus hijos. Son ellos solos disfrutando de su niño interior. Es algo inexplicablemente hermoso. Tengo muchas ganas de hacer este encuentro en Buenos Aires. Tiene que ser un lugar chico para poder generar ese clima de intimidad. Todavía ni empecé a buscarlo, pero se que en algún momento se va a dar.”
Respondiendo a la pregunta de cómo surgió la idea, el artista respondió: “Fue una de las tantas locuras que se me ocurren con mi pareja ‘Fernanda’. Nosotros andamos recorriendo el país en un motorhome que se llama ‘El Caracol’ porque viaja lento, pero llega seguro. Hemos recorrido toda Argentina juntos, enamorados de nuestro país y Fernanda, como es geóloga, me ha hecho re descubrir los lugares donde ya había estado. Ya no es solo llegar para el día del show y conocer nada más que el hotel. Llegamos dos o tres días antes, recorremos el lugar, hago videos, canciones… En esas largas horas manejando yo me paso contando anécdotas y ella, pobre, no se cansa de escucharme. Un día me dice: ‘tendrías que hacer algo con esto, hay gente que le gusta escuchar estas cosas, el lado B de las cosas…’ Ahí quedó todo, hasta que un día haciendo una entrevista con Julio Leiva para ‘Caja Negra’ y recordando anécdotas que ni yo tenía en la memoria, por la gran repercusión se me ocurrió que estaba bueno traducirlo al teatro y hacer un espectáculo. Comencé en Córdoba, luego en varios lugares del país y, por ahora, estamos rodeando Buenos Aires. Cuando estemos maduros con ese proyecto desembarcaremos ahí. El público participa, pregunta, te cuenta… Vienen algunos grandotes y grandotas con el muñeco de Piñón destrozado a mostrártelo diciendo que lo acompañaste a dormir cuando era niño y que todavía lo conserva.”
Piñón Fijo, uno de los animadores infantiles más entrañables del país, continuó: “Elegí este oficio porque abarca todos los aspectos de mi niño interior. Con él puedo jugar, asombrarme, explorar, aprender y disfrutar como en mi propia infancia. Mis referentes fueron Pepe Biondi, Carlitos Balá, Chaplin, María Elena Walsh, Pipo Pescador, Los Tres Chiflados, Gaby, Fofó y Miliki. Desde mi lugar, lucho por la alegría, por la inocencia de la infancia, con la esperanza de hacerla llegar lo más lejos posible en el tiempo desde siempre. Muchos, aun niños, se avergüenzan por disfrutar de un títere, un payaso, etc. Creen que ya son grandes. Esto lo comprendí cuando fui a otros países y me sorprendí al ver niños y niñas de 12 o 13 años participando sin tapujos de un espectáculo infantil. A mi sitio web llegan mensajes de niños de 8 años, confiándome en secreto que les gustan mis canciones, pero que no lo pueden compartir con sus amigos porque sus pares los subestiman. En definitiva, entre el disfrute, la alegría, el acompañamiento del aprendizaje, uno de mis grandes sueños es poder ayudar a recuperar a estirar ese disfrute de niño el mayor tiempo posible.”
Fabián Alberto Gómez nació en Deán Funes, Córdoba, el 20 de agosto de 1965. Su nacimiento fue en una familia humilde, empezó como payaso callejero y se convirtió en el animador infantil más famoso de la Argentina. Canta, baila, toca un saxo cloacal y es la banda sonora que acompaña los procesos de dejar chupetes, pañales, enseña a cepillarse los dientes. El payaso más famoso de la Argentina, relató así su historia: “Yo nací en mi casa ayudado por una partera, en los pueblos y en aquella época era esa usanza. Pesé casi cuatro kilos y mi mamá era muy flaquita, pero salió todo bien. Tengo dos hermanos más grandes. Mi hermano ‘Poli’ que es médico nefrólogo y vive en Jujuy, es una eminencia el negro. Mi hermana del medio, ‘Pinky’, también es médica pero naturista. Mi papá era ferroviario, mi familia siempre fue de gente obrera y trabajadora. Con su sueldo de ferroviario pudo hacer estudiar a dos hijos en una universidad nacional. Pese a que la universidad era pública los gastos de traslado y comida eran muchos y dejar solos a dos adolescentes en épocas del proceso militar le dio temor a mi papá y decidió trasladarse con ellos a una pensión de Córdoba. Yo me quedé solito con mi mamá en Deán Funes e igualmente fui muy feliz. La familia nos juntábamos los fines de semana, pero de lunes a sábados era una relación muy linda que yo tenía con mi mamá. Mucha ternura, mucho cariño, mucha paz… Mi mamá siempre andaba medio enfermita y yo la hacía reír para que se olvidara de sus dolores. Hace poco descubrí, en una de estas charlas, porque me da tanto placer hacer reír al otro. No solo de Piñón, sino también en la vida… a los amigos, a la gente que convivo, que tengo a mi alrededor. Y descubrí que ese placer viene porque yo era el ‘Carlitos Bala’ y el ‘Pepe Biondi’ de mi mamá. Cuando ella andaba media enfermucha, con alguna cosita… y yo lograba sacarle una sonrisa, yo era el niño más feliz de la vida. Entonces me aferré a eso. Le hacía ‘patapufete’ o ‘sumbutrule’ y mi mamá largaba una carcajada. Que mejor para un niño que hacer sonreír a su mamá que casi nunca sonreía. Y debe ser que eso me quedó en el ADN y termine siendo lo que estoy haciendo, un payaso jajaja. Inconscientemente lo elegí como profesión.”
Continuando con su vida, Piñón aseguró: “Los primeros pasos en la música fueron desde la intuición, desde la espontaneidad, desde un concepto bastante lúdico. Empecé jugando, robándoles la guitarra a mis hermanos, cuando no la usaban. Como hermano menor trataba de aprender y jugar. Las primeras presentaciones fueron en los cumpleaños de mis sobrinos, aparecía el tío ahí, disfrazado de mimo, cantando canciones de María Elena Walsh. Luego el escenario fue la infancia de mis hijos, y después la vida me puso a cantarle a los hijos de los otros, en las calles, en las plazas, en los parques de Córdoba y se fue armando este aprendizaje que aún no culmina. Mi personaje fue generado hacia un público familiar, siempre me gustó concebir el arte entre niños y adultos. De hecho, en la calle no planteaba solamente ser un personaje infantil sino familiar, con seguidores, adultos que se reía tanto o más que los niños. También me pasaba al animar cumpleaños y para mí el cumpleaños perfecto era ese en el que los adultos se involucraban al lado de los niños y participábamos todos.”
Se maquilló por primera vez en la adolescencia mientras participaba de un taller de mimo: “Ser Piñón me demanda media hora por reloj. Al principio hacía una metamorfosis en público, pasaba de mimo a payaso y me ponía el traje con colores primarios arriba de la remera a rayas con tiradores, escondido de la gente, en la calle. Después quedó el traje amarillo, azul y rojo. Mi personaje se llama Piñón Fijo, porque los comienzos fueron andando en bicicleta y apelamos a ese nombre porque con mi compañero andábamos siempre con la bici. Después le encontré el perfil optimista al nombre, el hecho de ir siempre adelante. Pero fue solo una casualidad.”
Charlando de cómo y porque eligió esta profesión, Piñón relató: “A mí me gustaba cantar y siempre estaba buscando el equilibrio entre lo que me gustaba hacer y la subsistencia. Con mi ex compañera, la mamá de Sol y Jere, fuimos padres muy jovencitos y yo no tenía un trabajo estable. Mi ex compañera, más responsable que yo, un poco paraba la olla en ese momento con algo más estable y yo trabajaba de peón de todos los oficios habidos y por haber. Y un día hice la ecuación, ya era amigo de artistas callejeros, veía lo que recaudaban y un día dije: ‘Si pongo 12hs de mi ineptitud al servicio de alguien para ganar tantos pesos… Y si pongo 26 horas al día al explorar mis actitudes como artista callejero, por ahí saco lo mismo, pero soy feliz. Y realmente fue mágico. Al principio alguien me dio permiso en su show en un parque, para hacer una cosita mía. Y ahí nos enamoramos con este oficio. Y como lo soñé, cuando le puse 28 horas a este oficio, se empezó a traducir en subsistencia. Al principio mis conejillos de la india fueron mis hijos. Cuando vi que les gustaba, pensé porque no hacerlo para los hijos de los otros. Y así fue que me dediqué al público infantil.”
Cuando comenzó como artista callejero en su Córdoba natal, lo hacía con sus dos bebés en brazos, Sol y Jeremías. Soñador, humilde y apasionado, Fabián Gómez se puso en el traje de Piñón Fijo y salió a conquistar el mundo de los bajitos. Hasta a él mismo le cuesta creer su propia historia de éxito: “La primera vez que salí a la calle nunca me hubiese imaginado que a los 35 años iba a estar todavía enfundado en el mismo traje de payaso. Todo empezó en noviembre del 89, era una fecha complicada porque había venido una fuerte inflación. Entonces empecé a trabajar de payaso en las plazas aprovechando el movimiento turístico que había, pero luego cuando terminó la temporada fuerte, había que subsistir. Luego me surgió la idea de animar cumpleaños infantiles para subsistir y al mismo tiempo para ganarme el pan para mi familia de una manera muy linda. Yo era muy hippie y eso de trabajar en libertad era lo que quería.”
Hoy Fabián vive un hermoso presente, no solamente en su trabajo, sino también en lo personal disfrutando de Fernanda, su actual amor. Así cuenta su historia: “Con Fernanda éramos compañeros de colegio en Alta Córdoba. Yo venía de un colegio Nocturno, ya había llegado de Deán Funes. Yo era muy hippie, muy de cantar temas de Piero, de Silvio Rodríguez, de Blaglieto... Usaba jardinerito, collar de mostacillas hecho por mí mismo, un hippie total. Y ella, muy chetita, una niña muy bonita, participaba de todos los concursos de belleza (los ganaba), era modelo… Yo siempre tocaba la guitarra en un pub que se llamaba ‘Ohlala’ en Córdoba y ella siempre iba a bailar a una disco que se llama ‘Keops’. Terminamos la secundaria y no nos vimos nunca más. Cada uno hizo su vida. Yo formé mi familia, tuve mis hijos. Ella hizo su carrera, su familia, tuvo hijos… Cada uno en lo suyo. Un día Fernanda se juntó con otros compañeros y empezaron a hablar de que era de la vida de cada uno: ‘Fulanito es ingeniero, el otro es biólogo, el otro bioquímico, el otro contador…’ y Fernanda pregunta: ‘¿Y Fabián?’ y le contestan: ‘No, Fabián sigue con la guitarrita. Pobrecito sigue con esa locura’. Pasó el tiempo, mucho tiempo, y un día Fernanda estaba lavando pañales de sus tres hijos, estaba a full, en Buenos Aires y en una crisis vocacional. Prende la tele y ahí estaba el de la ‘guitarrita’, supo de mí, pero no nos vimos. Después nos agarró la pandemia y aburridos alguien me invitó a participar de un grupo de wpp y ahí estaba ella. Ahí me contactó y me dijo: ‘¿Vos sos Fabián?’ y desde ahí comenzamos a charlar por whatsapp y ya hace cinco años que andamos caminando juntos por la vida. Ahora le estoy escribiendo una canción ‘Ella tan Keops y yo tan Ohlala’.”
Piñón Fijo, el personaje infantil más popular de la Argentina, es uno de los animadores más entrañables de nuestro país. De artista callejero y trabajar a la gorra, pasó a la tele de Córdoba, luego a grabar un disco, a ocupar un gran lugar en la pantalla de Canal 13, a ganar disco de oro y de platino. Llegó a realizar al menos 57 presentaciones en el Teatro Gran Rex de la Ciudad de Buenos Aires, 19 en el Luna Park y recorrer el país de punta a punta varias veces. Su canal oficial de YouTube supera en la actualidad las 300 millones de reproducciones. Con más de 100 canciones de su autoría, edita su música en forma independiente. Sus últimos trabajos se encuentran disponibles como descarga libre y gratuita y llegan a más de 400 mil familias de todo el mundo. Hoy también sueña con traer su espectáculo intimista para los adultos a Buenos Aires. Un artista que logra recuperar la infancia, cada vez que se escuchan sus canciones.