Martes, 06 Diciembre 2022 10:17

"Cristina volvió al poder para evitar que este día llegara"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina sin vueltas. 

Cristina Kirchner volvió al poder para que este día nunca llegara. Para conseguirlo le dio el poder a quien consideraba un traidor: el ex jefe de gabinete que la había criticado más descarnadamente que ningún opositor. El que incluso, al aparecer los bolsos con dólares de José López revoleados en un convento, afirmó que él se había ido del gobierno de ella advirtiéndole sobre la obra pública. Lo hizo en un programa de radio con estas palabras exactas: 

 
-En el texto de mi renuncia me fui diciéndole a Cristina que tenía que oxigenar su gobierno por el tema de la obra pública. Cristina se enojó conmigo. 
-Ud conoció a Lázaro Báez?
-Sí y la relación empeoró por mi advertencia.
 
El audio que contiene estas afirmaciones de Alberto Fernandez, es el que el presidente evitó escuchar en el juicio por corrupción en la obra pública que hoy llega a su sentencia. 
Esto lo había afirmado Alberto Fernandez el 15 de junio de 2016 durante una entrevista realizada luego del episodio de José Lopez, y fue lo que el fiscal Diego Luciani quiso que respondiera en su declaración. Fernandez no quiso. ¿Por qué el presidente no podía responder a un audio de sí mismo? El problema del presidente es precisamente, que su principal contradicción la tiene con él: que ahora afirma todo lo contrario a lo que él mismo decía no hace mucho tiempo atrás y eso incluye los escándalos por la obra pública. Antes había advertido sobre la obra pública, ahora son decisiones políticas no judiciables. Antes sí conocía a Lázaro Báez y ahora no lo conoce. ¿Mintió entonces o miente ahora?
 
Probablemente importa poco ya cuándo dice o no la verdad el presidente. La devaluación de su palabra descendió en estas horas a las cloacas de los servicios. Ni siquiera sótanos. En el mismo mensaje en que se jactó de luchar contra el uso de los servicios de inteligencia para perseguir opositores, se basó en una operación de inteligencia para escrachar a opositores y para denunciar a jueces. El presidente de la nación usó la cadena nacional para escrachar. Casi con esas palabras se lo había demandado el ultra cristinista Leopoldo Moreau. Cuando aún no se puede dar crédito de veracidad a los audios que involucran a jueces, funcionarios y empresarios, y existiendo denuncias de hackeo y falseamiento de información, el mandatario interrumpió la vida de los argentinos, no para hablarles de sus problemas, sino para ejecutar una venganza. Además de manchar su propia investidura dejó en claro el único verdadero objetivo de su llegada al sillón de Rivadavia: representar el poder furioso de Cristina Fernandez. Descerrajar la venganza un día antes de la sentencia por corrupción que ella buscó evitar por todos los medios. Aunque fuera evidencia cuestionable, no comprobada, y aunque mostrara que los aparatos de persecución del kirchnerismo están más encendidos que nunca arrasando con toda noción de intimidad. 
 
La basura de los servicios nunca había llegado hasta ahora a un mensaje por cadena nacional. El presidente sabe por demás que una denuncia de evidencia nula por su procedencia no conduce judicialmente a ningún lado. Él, sólo ejecutó como degradado cancerbero, como perro faldero, otro lanzamiento de barro al escenario. Que todos parezcan lo mismo acaso para disimular. Que como dijo la propia Cristina en la más insólita de sus defensas: que no sea ella la única boluda. 
 
Esto es todo lo que le quedó al presidente para tapar el sol con la mano. Él, que asumió casi como abogado defensor de Cristina, para garantizarle impunidad, el día antes de la primera sentencia por corrupción, tuvo que sobreactuar fidelidad, porque sabe que ella, lo considera culpable de que la declaren culpable.
 
Entre las ansiosas explicaciones de la señora Kirchner a un medio brasileño, llamó poderosamente la atención, que se refiriera a aquél 7D, aquél 7 de diciembre, en que esperó poner de rodillas a los medios de comunicación independientes, con una ley de medios que en nombre de más democracia encubría la peor de las mordazas. Si vencía al más fuerte, vencía a todos. En su guerra contra Clarín también iba por toda la prensa. Ella misma entrevió en la coincidencia de las fechas, ya que mañana es 7D, la venganza por un titular, el día en que uno de sus adláteres concretó la venganza por cadena nacional, al mejor estilo de la señora. El día en que se iba del poder, en su segunda presidencia, Cristina Fernandez, habló de fierros judiciales y mediáticos. Mucho antes del atentado en su contra ya quería demonizar a dos poderes que tenían el deber de controlarla. Lo mismo hizo ahora cuando es ella quien debe explicar corrupción. 
 
La causa que hoy llega a una sentencia en los tribunales, se inició en 2008 cuando Cristina Fernandez estaba en lo más alto de su poder como presidenta, a instancias entre otros denunciantes de Elisa Carrió que en estas horas afirmó que lo importante es que se devuelva el dinero robado. El proceso que llega a un veredicto debió sortear todo tipo de escollos. A los jueces llegaron a violentarles sus declaraciones juradas e información personal secreta en el Consejo de la magistratura y el fiscal sufrió amenazas de toda índole. Procedimientos más propios de mafiosos que de inocentes. 
 
La corrupción no es un delito alejado de la realidad. La tragedia de Once demostró que mata. Y en Argentina hay varios importantes funcionarios condenados por corruptos. Pero nunca la justicia había llegado tan alto. El poder se retuerce porque la impunidad está herida. Hace tiempo que era hora. Hoy los señores jueces responderán al alegato del fiscal, si es corrupción o justicia.