Viernes, 22 Marzo 2024 13:23

"El velado desafío de la vice"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina Sin Vueltas

Las dos fotos que Javier Milei le concedió a su vicepresidenta y posteó en sus redes fueron un gesto de magnanimidad enorme luego del mal trago con el DNU en el Senado. Pero a la luz de sus declaraciones de ayer, Victoria Villarruel no lo valoró de la misma manera.

La vicepresidencia es un cargo que suele ser denostado, por implicar apenas, tocar la campanita del senado. La historia demuestra que no es tan así. Cristina Kirchner demostró que se puede ser presidente desde la vicepresidencia. Chacho Álvarez provocó la estampida que hizo caer a su propio gobierno. Y Julio Cobos saltó de lado a lado en la grieta con su voto no positivo que fue un golpe de gracia a la avanzada k contra el campo.

Por episodios como estos es que la figura del vice siempre está rodeada de latentes conspiraciones. Si algo debe disimular un vicepresidente que se precie de tal es que no le disputa el poder a su presidente. Y que si tiene diferencias, al menos, las disimula. Tal vez también en esto es distinta la administración libertaria. Pero cabe una pregunta: ¿Qué necesidad tenía Victoria Villarruel de salir a cruzar decisiones de su presidente en uno de los programas más vistos de la noche política en medio de la controversia general? ¿Fuego amigo? ¿Velado desafío?

El que no vea en eso un desafío tal vez vea torpeza. Se puede esperar como normal que desde la oposición republicana se cuestione el pliego de Ariel Lijo, que desde el kirchnerismo se cuestione los cambios en las Fuerzas Armadas o que desde los gremios estatales se reclame por la suba de sueldos. Que todo eso lo haga la vicepresidenta no es inocuo. Primero, la muestra como si estuviera afuera y no dentro del gobierno. O al menos con muchas ganas de diferenciarse. Segundo, evidencia la falta de comunicación entre el presidente y su compañera o que ella no se propone disimularlo.

El otro punto es que las declaraciones de Villarruel ocurrieron a sólo días de que el gobierno no solo hiciera una defensa férrea de la vice, mandando al vocero a negar rispideces, sino que además deja descolocado el gesto de grandeza que intentó Milei con las fotos amorosas en que pareció dejar atrás cualquier inquina.

Quizás nada, sin embargo, impacte tanto como la calificación de “jamoncito”, que le dedicó Victoria Villarruel a Javier Milei para referir que él se debatía entre dos mujeres fuertes como lo son ella y su hermana Karina. ¿Qué quiere decir jamoncito en diminutivo? ¿Alguien disputado o alguien influenciable? ¿No es esa expresión irrespetuosa de la investidura?

Dicen que las personas somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. ¿Qué busca la vice con su sutil irreverencia? Al menos revela que no las puede gerenciar desde adentro. Quizás algún despecho por haber perdido las áreas de Seguridad y Defensa que quería manejar ella misma.

No parece extraño que quien salió a cruzarla fue la propia ministra de Seguridad Patricia Bullrich, que, habiendo sido una rival, es una de las que goza de la mayor confianza del presidente.

Es cierto que por sus índices de popularidad y por la construcción y ejercicio de su liderazgo, hoy nadie pensaría que Milei corre riesgos de dejar el poder. Lo afirmó hasta el ministro Luis Caputo. Y es lo que expresan los mercados y las encuestas. Pero hay que decirlo: los ruidos que emite la segunda en la línea de sucesión, dibujan una inquietante línea de tensión, que hoy, tiene más carga eléctrica que cualquier reclamo del más osado opositor. No parece errado arriesgar un pronóstico de tormentas.