Cristina busca ser la jefa de la oposición y ahora se agarra de las advertencias de estanflación. Estanflación que ya campea entre nosotros gracias a ella y sugo, su gobierno.
Pero la Señora Estanflación es rápida. Rapidísima. Nadie en la política argentina tiene ni su capacidad para entender donde se abre un espacio y ocuparlo.
Consciente de que el liderazgo del PJ no es algo que pueda disputar ya mismo, luego de una derrota, se para como antagónica directa del nuevo presidente. Si él advierte que habrá estanflación, ella responde que estanflación es igual a catástrofe social.
El video de tik tok que la muestra caminando por pasillos del congreso con dos legisladoras y una asistente, escenifica una charla casual, pero es en realidad una coreografía preparada.
A Cristina Kirchner no le importa que la rebatan los economistas. ¡Señora, estamos en estanflación hace doce años!
Fausto Spotorno, el economista de Orlando Ferreres y Asociados, es clarísimo.
Pero para Cristina la economía es hacer mover el consumo aunque sea con anabólicos: que parezca que hay plata en la calle, poner dinero en el bolsillo de la gente como sea, aunque valga menos que los billetes de El Estanciero. Aunque hayamos pasado de cuotas para electrodomésticos a cuotas para comprar un jean y a cuotas para comprar comida. Populismo al palo aunque todo redunde en más pobreza.
Ella misma, en otra de sus clases magistrales, reconoció haciéndose la desentendida, el record que logró este gobierno, que mal que le pese es de su autoría. Una nueva clase de trabajadores, que representa en sí misma, la derrota del progreso a través del esfuerzo: esos trabajadores a quienes no les alcanza trabajar para no ser pobres.
Luego del gobierno de los Fernandez más de 30% de los que trabajan son pobres. Cristina, Alberto y Sergio lo hicieron.
El punto es que no sólo postergaron un mínimo ordenamiento de la economía sino que agravaron todos los problemas que sistemáticamente decidieron no resolver. Normalmente a las crisis las heredaba la oposición y con la economía más equilibrada, el peronismo se arrogaba los tiempos de prosperidad para volver a gastar. El gobierno que se va fue como un tren de tormentas que combinó adversidades reales como la pandemia, la guerra y la sequía con reacciones oficiales totalmente irresponsables, que lejos de la sensatez, terminaron echando más nafta al fuego. La cuarentena eterna que puso en coma a la economía fundiendo a miles, la emisión de dinero para costear el parate de los que no trabajaban, los contratos directos, millonarios y secretos bajo pretexto de la emergencia sanitaria, el primer plan platita en la elección legislativa, el segundo plan platita que se comió tres puntos del PBI en la campaña de Massa, las falsas guerras a la inflación que nunca ganaron, el tiempo que demoraron el acuerdo con el Fondo por peleas internas y cómo lo hicieron estallar por el aire por peleas internas. En el medio, el dólar desquiciado. Alberto asumió con la divisa a 60 y se va con el verde rozando los mil. Fin.
Como un ballet de Nerones se pasaron estos cuatro años danzando con bidones de nafta en medio de una economía en llamas. Ahora que la salida de este desastre le queda a un nuevo presidente, Cristina ya se pone en la gatera con la bolsa de piedras para decir que ella advirtió sobre el infierno más temido, como si acaso estuviéramos en un paraíso. Como Massa, la señora no se hace cargo del desastre que hicieron, no tiene autocrítica ni la menor intención de pedir perdón. Ella no fue. Casi que nos hace bullying.
Pero así como es hábil para ocupar espacios no repara en que semejante cantidad de gente que les votó en contra ya se dio cuenta de lo exitosos que son fabricando pobreza y prefirió un sacrificio en sentido contrario.
Dicen que ningún político quiere que lo jubilen y es cierto. A veces son capaces de hacerle daño a sus eventuales delfines en forma solapada para que no les llegue la hora del reemplazo. En política nadie se jubila, te jubilan, dicen los que saben. En estos días se conoció una encuesta durísima que midió el fin de ciclo de seis políticos. Cuando DC Consultores preguntó a quién se le terminó el ciclo, la segunda en esa lista fue Cristina Kirchner a quien un 67,8% quiere jubilar políticamente. Sin embargo, Cristina obtiene un 32,2 % nada desdeñable de personas que aún la apoyan, aunque seguramente es consciente de que puede llegar indefectible la noche. No sólo por la derrota, o porque Kicillof no podrá chocar en forma directa con Milei por su dependencia de la caja nacional, sino también por su frente judicial. Por eso, lo que le queda a la señora es empezar a sembrar fuegos para el futuro, como si ahora no hubiera pocos focos de incendio. Apostar a la catástrofe social, para esperar como la visionaria que se ofrecerá de redentora, que anticipó lo que iba a pasar, que no tiene culpa de nada nunca jamás.
Mal hacen las fuerzas políticas que vencieron al kirchnerismo en trenzarse en mezquindades. Del otro lado hay una líder que no titubea en aprovecharlas para mejorar el tenor de sus propias maldades. Si el modelo de Cristina hubiera sido bueno no estaríamos como estamos. No es tan difícil. El país no tendría la necesidad de pasar por una corrección mayúscula como la que espera si no hubieran emitido montañas de dinero y si no hubieran convertido las Leliq en un meteorito de cuasi inflación.
Pero en la cabeza de Cristina eso se resuelve con dólares. Con dólares de otros. Dólares que ella arrebata de sus verdaderos dueños para calmar sus necesidades políticas. Por eso el modelo kirchnerista para funcionar, requiere básicamente de aniquilar el derecho a la propiedad. Todo lo que se produce es del estado, y Cristina lo administra. La consecuencia es una economía sin incentivos, con cepos, e incapaz de recobrar la vía del crecimiento. Soja y Suerte, toda para ella, que siendo tan astuta, parece no ver la catástrofe social que ya serpentea entre nosotros. Señora usted también perdió las elecciones, pero antes, nos hizo perder a todos. A todos y a todas, como le gusta decir. Van doce años de estanflación.