Jueves, 29 Diciembre 2022 10:38

"Un Gobierno ensimismado que le falta el respeto a los ciudadanos"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina sin vueltas.

Este será un comentario distinto. Ayer luego del programa fueron muchos los que me comentaron algo que habíamos dicho casi al pasar y por eso, diría que escribí esto como ciudadana. Uno se levanta en Argentina, preguntándose qué hará el gobierno nacional hoy para jodernos la vida. Lo dije así ayer. Con esa impotencia y con esa sensación que abruma en forma permanente de tener que estar en guardia, pensando con qué se vendrá hoy, en vez de sentir que te van a cuidar, te van a respetar, y te van a facilitar la vida. Porque lamentablemente en esta Argentina, la idea del poder parece estar totalmente desvirtuada si uno considera que en una democracia el verdadero soberano es el ciudadano. Se la pasan hablando del pueblo, pero sólo basta ver cómo estamos para sacar conclusiones. Vemos y padecemos que el poder para para ellos, es mandar, castigar, someter, limitar, en vez de servir. Sobre todo, si se trata de los ciudadanos que no eligen votarlos. Ahí, es ejecutar la venganza permanente desde el estado, para abiertamente perjudicarlos. Como si fueran ciudadanos bajo sospecha, por pensar diferente, por querer progresar o por atreverse a emitir una crítica con todo derecho. 
 
Ni hablar si uno vive en la ciudad de Buenos Aires a la que tanto detestan a pesar de que el presidente es porteño. Cuando sacan presupuesto para la policía por fuera de la ley o se empecinan en cerrar las escuelas por mezquindad política, a quienes perjudican realmente, no es al gobierno porteño, no es a Larreta ni a Lousteau, es a todas las personas que vivimos en la capital. Y que muchos vinimos del interior, y la hicimos nuestra casa y nos buscamos la vida aquí y no encontramos la guerra de interior versus Buenos Aires ni de unitarios y federales que quieren instalar para sembrar división, y resentimiento mientras tienen departamentos en Recoleta, Palermo o Puerto Madero. Y esto, independientemente de quien gobierne la ciudad es también una extorsión a los ciudadanos: castigarlos porque no los votan. En vez de increíblemente criticar a cualquier ciudad del país porque progresa por qué no trabajan para que las provincias postergadas dejen de ser feudos donde sólo se desarrolla el clientelismo.  
 
Pero la falta permanente de respeto que vivimos no sólo se ciñe a cuestiones geográficas. También está relacionada con la discriminación permanente que en forma de políticas o desde el discurso, vive la clase media. Ser de clase media es el gran aspiracional de la mayoría de los argentinos. El 80% a pesar de que hay más de un 40% de compatriotas que han caído en la pobreza, se define aspiracionalmente de clase media. Pero no hay nadie de clase media que no se sienta un sobreviviente. Y que no sienta que el gobierno pareciera querer arruinar a la clase media, ponerla de rodillas, rendirla. A la clase media quieren vencerla, y a los pobres encerrarlos en la dependencia del asistencialismo, en la sujeción al estado, en un círculo de dádivas sin posibilidad de desarrollo ni movilidad social. Cómo puede ser que haya más de un 50% de personas que deben recibir un cheque del estado y a muchas de las cuales su propio trabajo no les alcanza para no ser pobres. No sólo han demolido la cultura del trabajo, sino las estructuras productivas que permiten generarlo. Son enemigos de todos los carriles que permiten generar autonomía y riqueza. Como si negaran una variable obvia de las economías sanas que es muy simple. Para salir de la pobreza hay que generar riqueza, empleo, y certidumbre. No convertir en mendigos que piden ayuda a los ciudadanos. Ser un emprendedor pequeño o grande en Argentina es sentirse un enemigo del estado que hará todo para complicarte la existencia en el camino de tu proyecto. Sólo basta escuchar a los dueños de Pymes que la vienen batallando contra viento, marea, patotas y regulaciones absurdas. Muchos que no la cierran por orgullo y amor a su pequeña empresa pero que luchan contra una empecinada máquina de impedir que incluye impuestos abusivos y leyes vetustas pensadas para un estado chupasangre y no para promover la prosperidad de un país con todo el potencial para la excelencia. 
 
Pero la cosa no termina ahí. La falta de eficiencia en la administración del estado también es una falta de respeto permanente. Actúan como si el estado fuera de su propiedad y el poder una licencia de privilegios. Como si la ley no los alcanzara y como si no debieran rendir cuentas. Sólo tomar como ejemplo la pandemia es un caso de estudio sobre abuso de poder y sobre arrogancia de los poderosos. Una situación de emergencia sanitaria fue usada para avasallar derechos y garantías, basurear públicamente al que no estaba de acuerdo con el discurso predominante, manejos oscurantistas de contratos, falta de transparencia en la gestión de las vacunas, privilegios inaceptables para el acceso a esas vacunas, y como si fuera poco mentiras y fraude moral como lo fue la fiesta en Olivos. 
 
Los ciudadanos, y les aseguro que somos muchos, no estamos pidiendo privilegios. Estamos pidiendo que dejen de castigarnos, que dejen de faltarnos el respeto, que dejen de limitar nuestra autonomía con normas inútiles o con la máquina de impedir de la burocracia, que dejen de esquilmar el fruto de nuestro esfuerzo con impuestos en muchos casos inexplicables que llegan como excepción y se quedan para siempre, que no nos corran el arco. La mayoría de la gente sólo quiere trabajar, tener la posibilidad de progresar con su esfuerzo, educar a los hijos y que vivan mejor que ellos. No que se vayan. Eso es el sueño argentino. No es tan complicado. Cómo podemos tener los problemas que tenemos en un país que tiene de todo de norte a sur para que el esfuerzo nos permita prosperar.
 
Pero a un gobierno ensimismado, desconectado de la realidad, que trata a los ciudadanos que no se alinean como enemigos, corresponde recordarles que al menos en el sistema en qué vivimos eso no corre. Es curioso porque castigan a los que no los votan, pero también a los que sí los votan capturándolos en la pobreza y el atraso. Y estas reflexiones no son antipolítica. Por lo contrario. Hay que recuperar la política para que esté al servicio de los ciudadanos y no para que los ciudadanos estemos al servicio de los políticos. Para que el corrupto deje de tener canilla libre. Y el vivo le gane siempre al que hace las cosas bien. 
 
Somos ciudadanos de una democracia, no súbditos de una monarquía absoluta. El gobierno nacional que inicia su último año, ha tenido sólo una política sostenida: la impunidad de la vicepresidenta y la guerra contra las instituciones republicanas. En el medio han provocado un desastre económico. La situación que dejó Macri fue muy compleja, nadie lo niega. Pero duplicaron la inflación, la inseguridad es insoportable, y la pobreza no deja de crecer. Trajeron 2001 a 2021 y a 2022.
 
Prendan el botón de la realidad. Miren fuera de sus despachos. Dejen de mirarse al espejo y miren por la ventana. Salgan a la calle en vez de usar la calle. ¿No escuchan? Hay un grito de basta a tanta decadencia. ¿No se dan cuenta que el país no da más y quiere ponerse de pie? Nadie espera un cambio mágico. Lo muestran las encuestas. La gente, el pueblo o como quieran llamarlo sólo quiere que resuelvan los problemas no que los multipliquen para sacar ventaja. La Constitución no está pintada. 

Venimos de la gran alegría que nos dio la selección. Y que dejó un ejemplo increíble en la metáfora de un deporte entrañable para todos nosotros como es el fútbol. No rendirse. Ni el último minuto. Atajarla, gambetearla, buscar el gol. Con todo lo que nos pasa, es muy impresionante, pero los argentinos no nos rendimos. No pudieron rendirnos. No nos quieran rendidos. Y trátennos con respeto, porque el poder no es de ustedes. Sólo son inquilinos. Y la ley también es para ustedes. La cosa pública no es la cosa nostra. Y gobernar debería ser el honor de servir. Ponganse de una vez la camiseta.