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Ana Rosenfeld: "Sueño todas las noches con Marcelo... Mi vida amorosa se terminó con él”
Sábado, 19 Octubre 2024 22:57

Ana Rosenfeld: "Sueño todas las noches con Marcelo... Mi vida amorosa se terminó con él”

La reconocida abogada, escritora, empresaria y maestra de hebreo, que se recibió de abogada en sólo un año y siete meses, a los 19 años, abrió su corazón en Íntimamente con Alejandra Rubio. Habló en detalle de su infancia, sus comienzos, su historia y como vive su presente hoy sin su gran amor, Marcelo Frydlewski, su pareja durante más de 35 años, quien falleció el 9 de octubre del 2021 víctima de Covid-19, en EE.UU: “Mi corazón está partido al medio, mi único consuelo es saber que luchó hasta que su cuerpo dijo basta. Me dio el amor que jamás imaginé que existiera. Lo extraño muchísimo, pero hablo todos los días con él. Extraño su presencia. Sueño todas las noches con él. Me dicen que suelte, que lo deje ir, pero yo no quiero que se vaya. Sueño con él y me levanto con una sonrisa. Cuando me preguntan si volvería a enamorarme digo: ‘NOOO’ y estoy segura de eso. Mi vida amorosa se terminó con él. Hoy cierro las puertas por completo al amor de pareja. No se me ocurre ni mirar a un hombre. No lo necesito. Mi gran amor fue Marce y lo será por siempre. Es lindo saber que tuve un gran amor, una gran pareja, que me dio dos hijas maravillosas y conoció a cuatro de mis cinco nietos, le falto conocer al chiquitito de un año y medio y que se llama Marcelo de segundo nombre, en honor a él.”

 

A pocos meses de cumplir 70 años, es la abogada más famosa y exitosa del país. Defendió a mujeres como Wanda Nara, Pampita Ardohain y Luciana Salazar, entre otras. Tiene 50 años de profesión y casi tantas horas de televisión como de tribunales. Para muchos una vida soñada, para ella también hasta hace tres años que partió el gran amor de su vida y eso la empañó: “El 9 de octubre hizo 3 años ya de su partida. Para algunos puede ser mucho tiempo, para mí es muy poco. Sigo oliendo la almohada a ver si todavía queda un resabio del olor a él, uso los perfumes que usaba Marcelo porque me encanta oler que su aroma está cerca. Yo realmente siento que nací el día que lo conocí. Marcelo fue y es el amor de mi vida. Tuvimos una relación hermosa de treinta y siete años que dejó una marca indeleble mí. Marce no solo fue el padre de mis hijas, fue mi compañero de vida y aventuras, mi mejor amigo y mi consejero. Cuando me preguntan si con el paso de los años lo superé, contesto que no. Uno va transformando el dolor, pero ahí está. El duelo no se hace nunca. La vida continua, pero el dolor sigue. Marcelo nunca hubiese querido que me quede encerrada en cuatro paredes, pero no encuentro consuelo a su ausencia. Me entretengo, me aturdo, pero no encuentro consuelo. Mis hijas están, pero trato de no invadirlas, porque ellas tienen su propio duelo. Pero cuando me acuesto a dormir estoy sola. La cama es enorme, la tengo llena de almohadas y algunas noches le hablo a la almohada de al lado, le hablo y la abrazo como si todavía pudiera quedar algo del perfume de él en la almohada. A veces, incluso, le pongo un poquito de algún perfume de él, que los tengo todos guardados. Cerré las puertas por completo al amor de pareja. No se me ocurre ni mirar a un hombre. No lo necesito. No necesito una caricia, un abrazo, un beso ni vestirme para un hombre. No necesito nada de todo eso. Soy feliz con mis hijas, mis nietos y mis amigas. Intento ser feliz con lo que tengo y lo logro. Marcelo sigue estando en mi vida. Le hablo todos los días, le pido consejos… Extraño su presencia, pero siento que él me sigue acompañando.” Aseguró Ana, que viajo a EE.UU para pasar allí el aniversario de la partida de su amor, quien  murió después de permanecer semanas internado en grave estado en una clínica de Miami, Estados Unidos, tras haberse contagiado de Covid-19, el 9 de octubre del 2021.

 
 
Ana Mirta Rosenfeld es su nombre completo. Nació el 13 de diciembre de 1954 en Buenos Aires, más precisamente en lo que hoy es el Sanatorio Güemes. Su padre llegó desde la Galitzia polaca antes de la II Guerra Mundial y fue de los primeros fabricantes de televisores en el país, a mediados de los 50. Acá, en Argentina, conoció a su madre, descendiente de inmigrantes de Besarabia, quien era gerente de una sucursal de las legendarias perfumerías Ivonne. Así cuenta ella misma su historia: “Mis padres se casaron el marzo de 1954 y yo nací en diciembre de ese año. Si Dios quiere el 13 de diciembre voy a cumplir 70 años y pienso homenajearme haciéndome un hermoso festejo, siento que Marceo hubiese querido eso. Además desde muy chica me gustó festejar y nunca escondí mi edad. De mi mamá heredé todo lo relacionado con los cuidados personales. Ella siempre me decía que hay que estar tan bien vestida por fuera como por dentro. Mi papá siempre quiso que yo fuese abogada, porque él fue un abogado frustrado. Él hubiera querido ser el Dr Rosenfeld, y yo cumplí su sueño. Él se dedicó a su empresa a sus negocios y yo siempre ame la abogacía. Mi primer recuerdo es de cuando era muy chiquita, tenía solo tres años. A mis papás les gustaba invitar gente a comer a casa y recuerdo que estaba puesta la mesa del living con los platos, copas maravillosas de cristal, los cubiertos… y me puse a llorar. Mi mamá me pregunto: ‘¿Por qué lloras amorcito?’ Y yo le contesté: ‘Porque no hay un lugar para mí’ Mi mamá me preguntó cómo había hecho ese cálculo y yo le conteste que conté la gente que iba (Que eran doce) y vi que no había ningún sitio para mí para sentarme. Mi mamá no podía creerlo, como tan chiquita había sacado la cuenta y me había angustiado. También recuerdo cuando mi papá, que fue uno de los primeros fabricantes de televisores, cuando recién llegó la televisión a la Argentina, me dejaba ver televisión y yo me quedaba mirando a Perry Mason (el protagonista de la exitosa serie televisiva de los 60). Ahí descubrí mi vocación. Con sólo 5 años yo sabía que iba a ser abogada. Siempre fui justiciera y tanto en el jardín de infantes, como en el colegio, defendía a quien lo necesitara. En el Jardín de infantes nos peleábamos en el arenero por los baldecitos y yo ya hacía de abogada. Después me tocaba la parte de hacer de jueza porque se peleaban dos o cuestionaban algo dos y yo estaba en el medio tratando de decir cuál de los dos tenía razón. En primer grado dirimía, por ejemplo, de qué compañerito era la cartuchera. Cuando peleaban en el grado, yo era la que resolvía todo. Siempre estuve del lado de la justicia.”
 
 
Continuando cronológicamente con su relato, Rosenfeld recordó: “Tuve una infancia muy feliz. Mis papás me enseñaron y me educaron bien. Mi mamá era muy compañera y mi papá sumamente exigente y eso a mí me incentivaba mucho. Siempre digo que todo lo que soy y todo lo que logré, de alguna manera, fue gracias a la exigencia de mi papi; que siempre me pidió más, más y más.... Yo hacía caligrafía en el Carlos Pellegrini y si a él no le gustaba me rompía la hoja para que lo hiciera de nuevo. O me desafiaba jugando al Scrabble. Siempre me hizo hacer juegos, no para competir, sino para superarme. Me encantaba hacer desafíos mentales o de intelecto con mi papá. Desafiarme a mí misma. A mí me encantaba, para lo que otro era un sacrificio, para mí era un placer. Por suerte mis padres tenían una buena posición económica y yo no tenía que trabajar. Podía estudiar solamente. Aunque en el verano, como no me llevaba materias, para hacer algo, trabajaba en una tienda de un amigo de mi papá en once. El amigo le pedía mi papá que fuera ayudarlo. Yo me ponía la ropa que vendía esa casa que era una de las más famosas de la calle corrientes, y todo lo que me ponía se vendía. A los 15, 16 años ya estaba aprendiendo el valor del dinero. Mis padres, pudiéndome dar todo, siempre me inculcaron la cultura del trabajo y hoy soy el resultado de todo lo que me enseñaron y aprendí.”
 
 
“Yo tuve una enseñanza pública, el jardín de infantes, la primaria, la secundaria y la universidad en la UBA. Todos mis estudios pasaron por la educación pública. La educación del estado fue muy buena. Los profesores y las maestras fueron de excelencia y soy el producto de esa educación. En el colegio yo sobresalía porque era muy estudiosa. Tengo muy buena memoria. Leo y retengo gracias a ejercitar siempre mi mente desde muy pequeña. En el cole siempre levantaba la mano para contestar primero aunque las maestras no me eligieran. Observaba y escuchaba. No preguntaba nada, escuchaba todo y después me encantaba opinar. Siempre me gustó mucho leer y a mis hijas le enseñé lo mismo que me decía mi padre: ‘Si leen diez mil palabras, les quedan mil; si leen mil les quedan cien; y si leen cien les quedan diez.’ Yo soy lo que soy y me recibí de manera vertiginosa porque nunca paré de leer” Recordó la famosa abogada.
 
 
Ana siempre amó el estudio. Estudió en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, es maestra de hebreo, y su educación terciaria fue en la Universidad de Buenos Aires donde se recibió de abogada en menos de dos años. Todo un record: “Me recibí de abogada en un año y siete meses, a los 19 años. Estudié en el Carlos Pellegrini que me dio una condición universitaria. Nunca estudie de memoria y eso me sirvió y me sirve muchísimo hasta el día de hoy. Comprender lo que lees es fundamental. Estudiar para mí siempre fue un placer. El rendir sexto año libre, no fue un chiste, y el nivel del colegio me ayudó muchísimo para que pudiera hacer la carrera tan rápido. No tuve que dar examen de ingreso por la magnitud del colegio del que venía, me facilitó mucho las cosas. Las materias que me tocó dar después en la facultad tenían mucho que ver con lo que yo ya había estudiado. En Corrientes y Pueyrredón tomé el colectivo 124, directo a la Facultad de Derecho, y compré el programa de mi primera materia "Introducción al Derecho", alquile el libro, lo leí en tres días y era lo mismo que había dado en el Pellegrini. A los siete días me presenté a darla libre, y me saqué ocho. Venía bien encarrilada. Después compré el programa de Derecho Romano, que era la materia filtro y aprobé también con ocho. Después di Política Económica, Civil I, Civil II, Civil III, Civil IV…  En el primer año, de las 28 materias, aprobé 17. Sólo cursé cinco materias, que para mí eran las más difíciles y me recibí. Mientras estudiaba trabaje en un estudio y apenas me recibí mi papá me alquiló una oficina y puse mi propio estudio. Ahí puse un aviso en el diario para atraer clientes y me empezaron a consultar. Recuerdo que citaba a toda la gente a la misma hora por una cuestión de marketing. Los citaba a las dos de la tarde, si la gente venía y se juntaba en el estudio, decía que iban a decir: ‘wauuuu’ mirá cuanta gente tiene esta mujer. Y si no venían, a las tres de la tarde me iba. En ese tiempo se podía hacer. Hoy no lo haría porque es una falta de respeto tener a gente esperando. Pero en ese momento tenía solo 20 años.”
 
Los derechos de las mujeres y la familia siempre fueron su inquietud: “Uno de los casos que más me impactó antes de ser abogada fue el famoso caso de Fabiana López y Negrete. El caso que él se ganó el Prode, ‘se fue a comprar cigarrillos’, y jamás volvió. En ese momento yo no podía creer como un hombre era capaz de abandonar una mujer, con la que había construido una familia, simplemente porque se había ganado el Prode. Mirá lo que son las coincidencias, muchísimos años después me llamaron para hacer un cameo en una película que contaba la historia de este caso y lo pasaron por la TV Pública. Hice de abogada en el juicio de Fabiana López y Negrete, me vestí de época y todo. Como son las cosas, ese caso que lo seguí por la tele y tanto me impactó, también me marcó para defender los derechos de las mujeres y la familia. La justicia y la defensa de los derechos de la mujer, siempre fue el lugar donde yo quería llegar y lo que hago.”
 
 
“La primer famosa que defendí fue Moria y ella fue muy generosa conmigo nombrándome en los medios. Después vino Palito Ortega y Evangelina y ahí empecé a tener un micrófono. El boca a boca de los famosos que represente también me ayudó muchísimo. Como así también los periodistas que siempre me consultan. Para mí es un canal muy importante para poder aconsejarle a la gente que consulte con su abogado ante tal o cual problema. Técnicamente yo no quiero ser la abogada de todo el mundo, pero si quiero que sepan que tienen derechos. No puedo atender todos los casos. Cada uno requiere una atención especial. El que mucho abarca, poco aprieta. Los casos de familia requieren mucho tiempo y es importante que las personas tengan abogados a mono para hacer respetar los derechos. Lo que le corresponden a ellas u a sus hijos. A mí me dicen que soy ‘el terror de los maridos’, pero yo siempre digo que es más importante lo que dice la bajada de mi libro: ‘como prepararse para ser una futura ex’. Estar con los ojos abiertos. Yo no quiero que me tengan miedo a mí, quiero que le tengan miedo a perjudicar a sus mujeres, a las madres de sus hijos.” Aseguró Rosenfeld.
 
 
A los 5 años ya sabía que su destino estaba en la abogacía. Se recibió a los 19 y posee 50 años de profesión. Su fuerte son los divorcios femeninos y el resguardo del honor de los famosos. Los medios y los juicios ganados la convirtieron en “El terror de los maridos”, como dicta el título de su libro. Tiene importantes clientes, escribe libros, da charlas por toda la Argentina, se convirtió en la abogada más famosa y querida de nuestro país y hoy solo le teme a la muerte para no dejar solas a sus hijas y a sus cinco nietos: “Después de la desaparición física de Marcelo, hoy solo le temo a la muerte. Dejar solas a mis hijas. Después de la muerte de su papá, veo lo mal que están.  Que quisiera acompañarlas a ellas y mis nietos por muchos años. Soy consciente que tengo casi 70 años, pero ojalá Dios me dé vida para seguir más tiempo al lado de ellas y ver crecer a mis nietos.” Concluyó Ana.