Lunes, 15 Agosto 2022 11:01

"Decir que 'hay percepción de inflación' es faltarle el respeto a la gente"

Escuchá el comentario editorial de Cristina Pérez.

Una docena, ese número que se usa para las medialunas, las empanadas o los huevos, es la cantidad de días que lleva Sergio Massa como Ministro de Economía. Aquél festejo durante su asunción quedará como esos registros del realismo mágico, o esas películas de Kusturica donde uno no entiende por qué pasa la fanfarria de músicos cuando se está desarrollando un drama. Si un traductor le explicara al público lo inexplicable, le diría en este caso, que todo fue parte de la interna. La interna de un gobierno que desde el día uno fue una puja de poder, parcelamiento de ministerios, sometimiento, y gobierno real en las sombras, digitado por la señora.

Ahora sabemos por los chats de Lopecito, el de los dólares y armas en el convento, que, en algunos asuntos, así se manejó siempre, la señora. Diciendo que sí o que no a las cosas importantes mediante la corte de sus leales. Por eso, aquel acto de asunción de Sergio Massa, también fue de alguna manera una puesta en escena de la humillación, seguiría explicando el traductor. No habría existido sin la anuencia de la señora que así, mostraba descarnada como descartaba como un trasto viejo al presidente que se supo conseguir. Mientras hoy al mandatario le quedan peleas simbólicas en foros internacionales donde el traje no se discute y la formalidad de que es presidente, Sergio Massa inicia una semana donde las luces de alarma por anuncios de anuncios de anuncios que no se produjeron, empieza a titilar en rojo.

Es una frivolidad más que un gobierno piense que un relanzamiento es sencillo si el 80% de su población responde que cambió hábitos por la inflación y casi todos contestan que principalmente en alimentos. La gente está dejando alimentos. Eso responden en una encuesta de Managemente and Fit donde no extraña que la fe depositada en Massa apenas llega al 25%, que suele representar al núcleo duro del kirchnerismo. La gente tiene la sensibilidad del que sufre lo que la política ha desconectado de sus radares. Como si hubieran sabido de antemano, respuestas ridículas como la de Matias Tombolini. El secretario de comercio afirma que la gente cree que hay más inflación porque mira lo que más sube. Cuando se dice eso al tiempo que las subas mayores se anotan en azúcar o aceite, y otros productos populares por excelencia, uno se pregunta si ese cargo heredado de Moreno y Feletti, viene con algún chip especial que induce a la falta de respeto o les sale naturalmente. “Hay una cuestión de percepción de inflación en la sociedad”, dijo, en un país donde por ejemplo, la ropa, industria protegida si las hay, ya vuela por los tres dígitos anuales de inflación.

En este contexto, se produce una espera que va creciendo en ansiedad. La de los agentes económicos, es decir todos los ámbitos donde se toman decisiones económicas, sean empresarios, ahorristas, pymes o los burócratas de los organismos de crédito, que buscan confirmar o desmentir lo que habían dicho las calificadoras el día 1 luego de las medidas anunciadas por Massa. Que se estaba ante algo insuficiente y decepcionante, que se quedaba corto. En esa cortedad que esperanzaba a algunos, había algunas medidas como suba de tarifas, estímulos al campo para que liquide la cosecha, una reducción en ciertos gastos del estado, y el envión de elegir alguien confiable en el sillón de viceministro considerando que el titular no es experto en economía. Todo eso no pasó.

Por un lado se podría simplificar, que en todo lo que se posterga, está la mano invisible, no del mercado sino de Cristina. Cuando se habla de cepo habría que agregar que si una persona lo corporiza es Cristina. Cristina es el cepo de su propio gobierno, y la promotora del cepo bajo cuya presión se asfixia la economía.

El punto es que el tiempo se agota para la demora en las precisiones. El anuncio de la segmentación de tarifas ya se canceló tres veces y la reunión con la mesa de enlace fue una puesta en escena para mostrar cierta voluntad y nada más. En ambos temas, incide la señora, que aceptó por un lado el mal trago del ajuste pero cuya naturaleza la lleva a continuar con el mismo bloqueo que le hizo a Martin Guzman pero disimulando lo contrario. Algunos ensayan que sólo quiere desmantelar a Massa como lo hizo con Alberto Fernandez y otros que simplemente busca ganar tiempo. En esa torre de Babel que es el poder, no falta quien se apura en responder que Sergio no es Alberto, pero olvidan que Cristina siempre es Cristina. Todo este run run lleva de nuevo a pensar qué poco les dura la noción realista de que no queda un mango en el Banco Central, y no sólo pueden empezar a faltar insumos básicos para producción, sino que el mercado, al que sostenían leves expectativas que apenas alcanzaron para que no siga subiendo el blue pero que no lo bajaron, vuelve a experimentar esa fiebre que da la profunda desconfianza, ese producto que al gobierno le sale tan bien agravar.

Nos contestaba un economista avezado, que el populismo es a la economía lo que a la ciencia la brujería. Sergio Massa apareció como el gran alquimista que quiso hacer creer que iban a superar esas hechicerías que nos trajeron hasta acá. Sólo le quedan días para demostrar que no se trata de un bluff. Un bluff, es el intento de engañar a otros haciendo creer que hará algo que finalmente no se hace. Blefear, podría ser un lindo nuevo verbo argentinizado. En la economía, lo que resulta creíble como en la educación de los hijos es más lo que se hace que lo que se dice, y en este sentido, las migajas de confianza pueden estallar en segundos si no se ve las acciones concretas. En definitiva, lo que se sabrá pronto, es si el apoyo a Sergio Massa fue un intento más de Cristina por ganar tiempo o voluntad real de ordenar algo la economía. Tiembla la desopilante “sensación de estabilización” de la portavoz. Y todo lo que parece sólido sin serlo, como corresponde, ya sabemos, se desvanece en el aire.