Cuando Javier Milei clamó en Davos que Occidente está en peligro y desató una ráfaga de críticas acusando a todos los espacios de la izquierda, un importante diplomático norteamericano que responde a la administración demócrata se agarró la cabeza y dijo: “Sólo tenía que decir que Argentina está dispuesta a hacer buenos negocios con el mundo”. ¿Cómo pedir que los demócratas ayudaran al presidente argentino ante semejante andanada contra el signo político que gobierno los Estados Unidos? Como afortunadamente, el país del Norte, vela por sus intereses, ante todo, era más preciada la alianza que ofrecía el libertario en la región que sus exabruptos o incluso su abierto favoritismo con Donald Trump.
Javier Milei no separa la agenda internacional del presidente Milei de la del ciudadano Milei. Su diplomacia es la anti-diplomacia. Y en este sentido hay que leer no sólo el durísimo discurso en España en un evento de la ultraderecha de Vox sino también lo confortable que se siente el mandatario argentino de fustigar a su par Pedro Sánchez. Seguramente cuando su ministro de Transporte acusó a Milei de drogarse, el gobierno español no pensó que la cosa escalaría tan fuerte. Pero no es sólo Sánchez, sino lo que Sánchez representa, lo que lo convierte en el blanco del flamígero discurso del presidente argentino. Si uno repasa los duros términos de su alocución, la embestida contra el socialismo incluyó considerarlo maldito y cancerígeno, una ideología que bajo una pátina altruista esconde lo peor del ser humano, incluido el asesinato.
Cuando para cualquier presidente, inmiscuirse en cuestiones internas de un país que visita sería lo contrario al sentido común más básico de la diplomacia, para Javier Milei es una oportunidad imperdible. Su cruzada contra la izquierda no reconoce límites ni compostura. Su terreno es el mundo. Y como también lo dice en su discurso, se siente con un deber profético.
Europa recorre la recta final antes de las elecciones parlamentarias del bloque, con una inquietud especial por el ascenso de partidos de ultraderecha. El contexto electoral le agrega aún más tensión a la escalada diplomática entre España y Argentina. Se puede decir que Pedro Sánchez es el principal líder socialista de un puñado de cuatro países de la Unión Europea, en un momento en que la agenda está cada vez más marcada por el endurecimiento que imponen las amenazas bélicas de Rusia.
El desgaste que ya arrastraba su administración sumó en estos meses las denuncias públicas contra su mujer Begoña Gómez por tráfico de influencia. Un caso que suena más mediática que judicialmente pero que ya llevó al presidente a considerar su renuncia. En esta línea gravitacional es que impactó el discurso de Milei.
Siniestro y nefasto. No hay registro verbal tan conflictivo con España como el que marca este cruce. No sólo por ser el país de origen de buena parte de la inmigración de principio de siglo, o por ser el destino más elegido de los que se van. No sólo por los lazos culturales o idiomáticos o por la oleada de inversiones ibéricas en los 90 que se mantuvieron a pesar de la hostilidad kirchnerista. España es un país amigo y seguramente este ruidoso incidente no hará mella en esa historia. Pero estas mismas salvedades muestran hasta qué punto la cruzada ideológica del presidente argentino busca resonancia global. Nadie queda fuera de este radar que distingue a la izquierda como un enemigo.
Cuando se le reclama a Milei que sus viajes no son visitas de estado se olvida que para él, lo importante son los hombres de negocios y no el estado al que deplora. Esa impronta libertaria en el plano diplomático se convierte directamente en anti diplomática por definición. Ya se vio con China a la que por ser un régimen comunista, Milei sacó de plano del marco de sus aliados y limitó al plano comercial aún cuando hay necesidad de renovar el swap en las reservas.
Los epítetos de guerrillero asesino contra el presidente de Colombia Gustavo Petro adelantaron a nivel regional el tono de un Javier Milei, que parece decidido a trazar una grieta entre comunismo y occidente y entre izquierda y derecha en una cruzada frontal y por momentos brutal.
Habrá que ver ahora, luego del segundo pedido de disculpas de España a Milei, hasta dónde dispara la cosa.
El gobierno argentino ya le dio a entender al ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Albares que no habrá ningún pedido de disculpas. ¿Estaba escrita en el discurso la mención de la esposa de Sanchez o fue agregada como parte de una desgravación de sus palabras? Para algunos esto demarcaría la diferencia entre lo deliberado de lo impulsivo. Pero en realidad no altera el imperativo que mueve a Milei, cuya creciente influencia mundial, hace que la resonancia de sus palabras tenga la magnitud de su popularidad global.
Extrañas paradojas de Argentina. En el calvario de solucionar sus propios desastres hoy también exporta la bofetada contra el sistema que venció ampliamente en las elecciones.