Lunes, 12 Diciembre 2022 10:58

"La democracia argentina en su crisis de los 40"

Volvé a escuchar el comentario editorial de Cristina Pérez en Cristina sin vueltas. 

El sábado, mientras los canales de TV hacían una verdadera pericia de las tensiones entre los equipos de Argentina y los Países Bajos, el país entraba, entre los sopores del calor y la adrenalina futbolera, al año 40 de su democracia. El aniversario 39 de aquél 10 de diciembre del 83 en que asumió como Presidente Raúl Alfonsin, llevó al historiador económico Pablo Gerchunof a definir: “Hoy comienza el “año alfonsiniano”, que culmina el 10 de diciembre de 2023. No es un año alfonsinista. Es el año de la nación entera. 
 
En ese tiempo preciso, un año clavado, hoy menos dos días, el país no sólo tendrá un nuevo presidente, sino que transitará por los procesos internos que el cumplir décadas implica: como nos pasa a todos, nos lo propongamos o no, pensaremos colectivamente cómo llegamos a estos 40 de democracia. Entre las respuestas que le ofrecían a Gerchunoff, a su advocación integradora de ser “una nación entera”, había un tuitero que refería con nostalgia la participación en la política de los ciudadanos, y también ese halo de fe en la democracia recuperada. La desconfianza en la política y en los políticos como consecuencia de las permanentes crisis no se ha convertido en Argentina como en otros países en un voto antisistema o en rechazo a la democracia. Aunque eso también empezó a aparecer. Curiosamente, algunos le atribuyen a la grieta, el poder ordenador de mantener un bipartidismo de barricada pero bipartidismo al fin, en coaliciones o frentes, que en definitiva se encauza institucionalmente. Pero también es cierto, que la sociedad, conscientemente o no, sabe hoy que hay que afrontar problemas de una vez por todas. Eso podría ser una gran oportunidad. Pero ¿están listos los líderes políticos para resolver esos problemas? ¿Saben cómo hacerlo? Es lo que la política ante todo debe metabolizar para tener qué ofrecerle a la sociedad que ya no quiere sólo fulbito para la tribuna. 
 
Es curioso, porque luego de saberse que Cristina Fernandez no será candidata a pesar de qué podría, el peronismo entró en crisis deliberativa, y para muchos críticos hasta la oposición deberá recalcular por el paso al costado de la señora. En un mundo agrietado, los unos se definen por los otros. Sin embargo, ninguno se puso a pensar que tal vez Cristina Fernandez es la primera en reconocer un humor social, que más allá de la política y su endogamia, le indica, que no debe presentarse porque simplemente no ganará. Hoy no le alcanzan los números para ganar una presidencial. Tan simple como eso. Y tal vez está decidiendo si candidatearse a senadora le conviene ya o en dos años, para no quedarse pegada a lo que muchos creen será la peor elección del peronismo. La decadencia de Cristina Kirchner, llega con ella en el poder, y habiendo desplegado una capacidad de bloqueo tan grande y una avidez por controlarlo todo tan desesperada, que quizás, eso que parece poder, es sólo otra forma de su desesperación. Cristina ha tenido bloqueado al país por sus problemas personales y la gente está harta de que la política sólo se dedique a sus miserias. No es que el peronismo entra en crisis por la decisión de Cristina. El puño cerrado e impiadoso de Cristina tapaba la crisis de un partido que se ha vaciado sin pudores, para servir a una facción autoritaria, como es el kirchnerismo. El problema del peronismo es que no hay peronismo. Son rentistas del poder y esa llave en mano se la habían dado a Cristina para que les asegurara sus conchabos. La gente vive mal y el país se lumpeniza. No les queda ni la farsa moral de los planes sociales, entramados de gerenciamiento de la pobreza para enriquecer a los gerentes mientras los pobres siguen pobres. Este es el verdadero shock. Se convirtieron en una religión adoradora de Cristina y ahora que deben volver a la política no saben qué ofrecer. En estos días se ha condenado la conducta antideportiva del plantel holandés, incluso en su propio país. Si en la política ha habido conducta antideportiva ha sido bajo el poder kirchnerista. Sólo han respetado el resultado de las elecciones, pero no han cesado en intentar demoler la república con su división de poderes, su prensa libre, sus derechos de propiedad y el control al poder. Y encima empiezan a tener que explicar dónde está la plata, si alguien por fin devolverá lo robado, con tanta corrupción. 
 
Pero el escenario es más amplio. La política toda debe pensar qué ofrecerle a una sociedad que ya no se conforma con ganarle al otro. El modelo pobrista populista fracasó, y la desconexión con el electorado también pasó por subestimaciones de otro tipo. Hay un cassette que ha quedado demasiado vintage. Son tiempos en que el marketing se ha gastado y se espera más “la posta” y menos hipocresía. Pero no se trata de fingir nitidez y sinceridad. La pose es lo que la gente detecta como nunca antes. Será la costumbre de tanta selfie, que ya se sabe quién usa filtro para las fotos y quien no. Para volver a conectar el wi fi, a la política toda, le corresponde sintonizar con la hora de la verdad. 
 
Como todos cuando llegamos a los 40, el país se da cuenta de que ya no se puede perder tiempo. Tal vez aporte a este ecosistema lo que el analista de consumo Guillermo Olivetto, llama el cambio de paradigma de las crisis argentinas que pasaron de un formato cíclico a un formato de mini crisis permanentes. Pasamos de tener una crisis cada 6 o 10 años a vivir en crisis. Tal vez este vértigo tóxico que deja sin chance de pensar el futuro influye en las demandas de algo tan simple como resolver los problemas y al menos dejar de caer, dando un poco de certeza. 
Se puede hacer muchas interpretaciones sobre la desconexión de la gente con la política y la desconexión de los políticos con la gente. Pero es ni más ni menos que el dúo fundamental de esta historia. El representante será del representado o no será nada. Seguro casi todas esas interpretaciones refieren al deterioro económico, y siguen con la salvaje inseguridad, el robo público de la corrupción, y la anemia educativa. Pero a pesar de todos los enojos, y la conflictividad, los argentinos han seguido apostando al sistema para resolver sus problemas. Pero hay algo que cambió y es la paciencia. El crédito es mucho más escaso. Este año otro presidente terminará su mandato sin poder reelegir. Al menos hoy su reelección resulta improbable. Eso da la pauta de que se ha roto la paciencia de los dos períodos. Y también, una tercera fuerza, le muerde votos especialmente a la oposición, aumentando la presión por cambios de fondo y expresando mucho del enojo reinante que es abundante y acumulado. Pero este devenir de decepción no ha sido expresado con violencia incluso a pesar de las amenazas de sectores k radicalizados, o de la permanente extorsión de Camioneros por dar ejemplos. Después de todo, el que primero perdió elecciones en el peronismo fue Hugo Moyano en Independiente. Todo su poder no le alcanzó para frenar a la democracia en el club. 
 
Quizás debemos volver a recuperar la democracia para los ciudadanos. Hoy los políticos que más llegan son los que simplemente se conectan con ellos. Es la base de todo. Aunque la nueva recuperación de la democracia es mucho más que votar. Es una forma de vivir juntos para que el destino compartido sea lo mejor posible. Y no para ir de mal en peor como si estuviéramos condenados al fracaso y convencidos de esa condena perpetua. Hay que sacar el país delante de una vez. 
 
En estos días en que la ilusión del fútbol cura un poco el bajón, es llamativo que no haya embobado a nadie. El público separa las cosas. Tanto es así, que el gobierno no puede capitalizar el mundial y la oposición debe rendir examen de eficiencia y claridad. 
 
El político que no entienda que a los 40, llega la hora de la verdad de la democracia, corre el riesgo de quedar afuera de su propio tiempo, y no hay nada peor para un político que volverse obsoleto. Cristina luego de tanto griterío quedó obsoleta para ofrecer futuro, porque sólo propone un pasado ilusorio. 
 
Peor son muchos los que corren el riesgo de que la gente les diga: “Qué mirás bobo, andá pa’ llá”. Es el fin de la paciencia. A los 40, es otra cosa.