Viernes, 31 Marzo 2023 15:35

"No son números. Son personas"

Escuchá el comentario editorial de Cristina Pérez.

Dieciocho millones cien mil argentinos y entre ellos 6 millones de chicos de nuestro país son pobres. Es el 54,2% de los menores de 14 años. O sea, más de la mitad de los chicos. Si su infancia está condicionada por la pobreza y la necesidad, su futuro ya está condicionado.

Esa tragedia social quedó de manifiesto hoy mismo en las puertas del poder, con la muerte de una beba frente a la Casa Rosada donde dormía con sus padres y su hermanita melliza de tres meses en situación de calle.

“La pobreza es una cárcel que mata” dice el Padre Pedro Opeka, el misionero que rescastó a miles de personas de ese yugo en Madagascar, uno de los países más pobres del mundo.

La pobreza convierte al presente en supervivencia. Para miles de chicos la infancia es supervivencia, sin una alimentación suficiente en la edad de crecimiento, expuestos a situaciones de violencia que se acrecientan en la vulnerabilidad, y sin garantías de acceder o completar su educación.

Su futuro ya está condicionado, y ellos son nuestro futuro. Nuestro futuro está condicionado.  

Apenas se conocieron los números, desde el gobierno, la ministra de Desarrollo Social Victoria Tolosa Paz, afirmó: “es un número que nos duele y nos ocupa”, y admitió que se debe al proceso inflacionario, agregando que el gobierno trabaja para combatirlo.

Lo cierto es que el gobierno ha fracasado en sus políticas contra la inflación y sin embargo persisten en hacer más de lo mismo. ¿Quieren solucionar la inflación o sólo culpar a alguien más?

La última promesa fue del Ministro de Economía que estimaba un 3% de inflación para marzo o abril. Pero ya antes que él hace un poco más de un año, el presidente le había declarado la guerra a la inflación en un ampuloso discurso, y claramente también perdió.

En el medio mandaron a camioneros y piqueteros a controlar precios y culparon a los kioskeros.

La propia vicepresidenta criticó a comienzos de Marzo “el 100% de inflación”, como si no fuera parte del gobierno, y advirtió que “con la combinación de recesión e inflación estamos en el horno”.

No se equivoca. La paradoja es que aunque baje el desempleo, pero no alcanza trabajar para no ser pobre.

La inflación acelerada funciona como un acelerador del drama social y también de la crisis política. La velocidad crucero de los precios reduce aún más los escasos márgenes de un gobierno en interna permanente que ya casi no tiene crédito de una sociedad que sufre y está harta.

Son más de un millón los nuevos pobres y la foto ya es vieja. Si se contara el último trimestre la cuenta sería aún peor. La foto de esta medición se tomó en diciembre de 2022. La inflación no dejó de escalar desde entonces.

El gobierno busca como sea evitar una devaluación que igualmente va produciendo a cuentagotas con los mil y un tipos de cambio mientras la economía está asfixiada por cepos ante la falta de dólares. Exhaustas llegan las arcas del estado al próximo desembolso del Fondo que finalmente es la única ancla a disposición.

Este declive empinado se produce a cinco meses de las PASO y el gobierno transita el desfiladero de conservar algo de chance electoral arriesgándose a una crisis aún peor. Al costado está el precipicio.

La capacidad política en la cabina del avión está afectada no sólo por las tormentas de le economía. La vicepresidenta está empecinada en su guerra judicial y las ambiciones en colisión de sus dos socios ponen por momentos a todos contra todos. Atrás, los pasajeros de la aeronave rezan y esperan que al menos los haga más serios el espanto, pero cómo confiar.  

El gobierno del espacio político que dice representar a los más pobres, sólo está dejando más pobres.