Marcelo Polino: "Ya no voy a ser papá. Luciana Salazar quiso donarme un óvulo, pero no acepte"
Viernes, 02 Febrero 2024 22:32

Marcelo Polino: "Ya no voy a ser papá. Luciana Salazar quiso donarme un óvulo, pero no acepte"

El reconocido periodista, showman, monologuista, jurado de realities con más horas de aire en la televisión argentina y parte de “Fátima 100%”, el espectáculo más visto en esta temporada en Mar del Plata; abrió su corazón en Íntimamente con Alejandra Rubio y habló absolutamente de todo. Su infancia en Tres Arroyos, el abandono del padre al que nunca conoció, su ilusión de trabajar en “la tele” para ser feliz, su llegada a Buenos Aires siendo adolescente, el dormir en las plazas, el hambre, su carrera, su deseo frustrado de ser padre por adopción y el por qué rechazó el óvulo de Luciana Salazar para poder convertirse en papá: “Luciana (Salazar) me hizo el ofrecimiento más amoroso que alguien pudo haberme hecho alguien jamás, donarme su óvulo para que yo pudiera ser padre. Fue hermoso, pero no acepté. Yo no tenía la necesidad de ser padre para realizarme como persona, solo quería adoptar para darle una vida mejor a quien estuviera signado por el destino a no tenerla. Poder hacer feliz a un niño y devolver un poco de todo lo que la vida me dio. Hoy sigo visitando hogares, ayudando a comedores y a papás a adoptar. Con mi posibilidad de adopción, yo ya he bajado los brazos. Ahora Estoy poniendo todo lo que he aprendido sobre la Ley de Adopción, al servicio de otros futuros padres. Guío a todo el que se me acerque, en la preparación de las carpetas. Porque piden análisis de salud física y mental, revisan tu casa y todos los papeles de propiedad, certificado de bienes y de buena conducta sellado por la Policía. Son trámites duros y hay que tratar de transitar el proceso de la mejor manera”.

“La posibilidad de adoptar se me hacía cada vez más difícil y eso me tenía muy triste. Cuando Luciana me vio flaquear, reunió a toda su familia para debatir su intención de donarme uno de los óvulos fecundados que tenía congelados en Estados Unidos. Entonces, bien a lo Luli, una noche me citó en el Palacio Duhau y en el medio de la cena, tomó mi mano, me confesó su idea y me dijo: ´Quiero que seas papá´. Se lo agradecí con el alma porque fue un inmenso acto de amor el que yo sentí en ese momento. Pero le dije que no y le expliqué mis razones: el objetivo de mi paternidad era rescatar a alguien de la sensación de abandono con la que yo había crecido. Era darle un papá presente y una cama en vez de un banco de plaza”. Relató emocionado.

Explayándose en el por qué desistió de adoptar con el paso de los años, el periodista confesó explicando su situación familiar: “Es triste, pero ya he bajado los brazos No es que no me hayan llamado, pero siempre me llamaban para adoptar a cuatro o cinco chicos. Y sin pareja, sin hermanos, sin familia, no tengo la estructura para semejante desafío”.

Hoy Polino suele celebrar las navidades y recibir el año en los albergues a los que asiste personalmente, como el Hogar Juanito o el merendero de Parque Patricios, en los que pone el hombro y muchas ideas que estimulan la colaboración popular. Además de haber sido nombrado padrino de la Casa Cuna (Hospital General de Niños Pedro de Elizalde): “Voy a compartir tiempo con ellos y no tienen idea de quién soy ni qué hago. Lo bueno es sentirse uno más. Jugamos, me sumo a levantar una pared, a cultivar la huerta... Hace 20 años que trabajo con minoridad en riesgo. Ahora estoy más abocado a niños con problemas de salud, intentando conseguir silla de ruedas, tratamientos y cirugías. Una tarea con la que las prepagas, que cobran fortunas, suelen ser muy despiadados y mi lengua, de repente, ayuda a logar lo que otros no pueden. Me resulta por demás gratificante cuando los chiquitos a los que finalmente les llega tal o cual medicamento o los que logran caminar, me mandan fotos, cartistas y videos que me emocionan mucho”.

Polino celebra el récord de 30 años de pantalla ininterrumpida en su rubro, pero nada le fue fácil en sus comienzos: “Tenía todo para perder. Mi padre ‘desapareció’ cuando yo tenía 2 años. Literalmente se esfumó. Mi madre nunca me habló mal de él, siempre me mostró sus fotos e hizo que tuviera buena relación con su familia. Él desapareció de todos, hasta abandonó a su propia madre, que falleció años después sin volver a verlo. Mi madre estuvo con ella hasta último momento. Hasta que falleció mi padre nunca di con su paradero. Alguien me dijo que estaba en la India. Luego lo busqué en los padrones electorales de Argentina y esa dirección ya no era. Cuando empecé a trabajar en televisión tenía la ilusión que mi padre al verme, viniera a la puerta del canal a buscarme, pero eso nunca sucedió. Solo supe de él, cuando ya había muerto.”

Marcelo creció “entre diferencias sociales” alojado en la escuela en la que su madre era casera. Creció convencido de que la felicidad era eso que veía en la pantalla de su televisor: “De niño quería estar en la tele, los veía a todos sonrientes y felices y creía que eso era la felicidad. Veía la sonrisa de Mirtha, una mesa colmada de rica comida e invitados bien vestidos que hablaban de sus historias, siempre tan divertidas…y quería eso. Esa felicidad”.

“Yo iba a un colegio de curas y era el único chico sin papá. Por lo que cada día del padre era fatal. Todos pasábamos la semana haciendo artesanías con cuero y con madera, pero cuando llegaba el momento yo no tenía a quién dárselas. La situación era tan fea y tan inquisidoras se sentían las miradas que me inventaba otra realidad. Decía que él se había ido de viaje y que faltaba poco para que volviese. Esa ausencia me hizo más fuerte. Si pude con el abandono de quien me hizo, puedo con cualquier cosa en la vida. Siempre digo: ´Tengo 60 kilos y pico de peso corporal, pero 100 de autoestima´. Si en mi propio núcleo primario no fui tenido en cuenta, la mirada del otro jamás podría hacer mella. Aprendí a priorizarme, a cuidarme y a quererme como nadie lo haría”. Relata hoy con los años, y las horas de psicoanálisis que fueron acomodando su vacío al punto de capitalizarlo por completo.

El abuelo Alfredo fue refugio y su compañía, “mucho más que contención: él se convirtió en mi referencia. No tenía padre, pero sí un abuelo tan importante como un prócer en el pueblo. Era el gerente general del banco más importante, un tipo respetado, venerado, el más mirado. De él copié tres valores que me marcaron a fuego: la responsabilidad, el respeto por el trabajo y la pulcritud, el cuidado personal. Era una personalidad muy importante del pueblo. Cada visita de la reina Beatriz de los Países Bajos (porque, desde hace 115 años, Tres Arroyos es sede de la colonia holandesa más importante del país) cuando mi abuelo la saludaba me sentía de la realeza. Jajaja. Yo creo mi abuelo fue la primera gran celebrity de mi vida”.

En su infancia el “carisma” le ganó a cualquier intento de bullying: “Ya desde chico a mi lengua filosa nadie se le animaba. Quien se metía conmigo, ‘perdía’. Siempre tuve el poder de una mirada aguda, el ingenio para responder y el humor que tamizaba cualquier agravio. Eso lo heredé de mamá. Esos ‘dones’ No solo me ayudaron a digerir mi realidad, sino a organizar, encabezar y animar actos escolares. Siempre fui diferente, pero me integré muy bien a la comunidad escolar. Las brechas sociales se hacían notar. Recuerdo que al egresar del secundario en el que mamá me había conseguido una beca, llegué a la fiesta feliz con los pantalones blancos que siempre había querido y, finalmente, mi vieja me había podido comprar. Pero claro, vi que, entre mis compañeros, quien no recibía una camioneta ligaba un par de caballos. Hoy sé que soy un privilegiado, de la nada, pude forjarme un buen pasar económico.”

Al cumplir 18, Polino decidió buscar a su padre y su camino en Buenos Aires. “Al compartir esa idea, mamá me dijo: ´Si a vos te hace bien, hacelo´. Al llegar a Buenos Aires, revolví padrones hasta encontrar su dirección. Fui hasta el lugar, golpeé la puerta y alguien me contó que ya no vivía ahí’.

Aferrado a la mayoría de edad no hubo quien lo detuviese, su propósito de ser famoso: “Quise quedarme en Buenos Aires a buscar fama. A buscar esa felicidad que yo veía en aquel televisor blanco y negro con la antena improvisada a la que había que mover desde el techo para sintonizar una imagen más o menos digna. Yo debía estar ahí. Pero hasta lograrlo no fue todo color de rosa. Yo me vine de Tres Arroyos a la casa de mis padrinos y después de un año, mis padrinos, Cipriano y Titi, me invitaron a retirarme de su casa. Me habían dado cama y comida en Adrogué. Yo no progresaba, pero ni loco me volvía. Las pensiones cobraban por adelantado y muchas veces el trabajo de cadete (que era lo único que conseguía) no ‘garpaba’ para tanto. Entonces, horas antes del día de pago y previendo que me pongan el candado en la puerta, yo sacaba mis cosas y me iba a vivir a alguna plaza. A veces en Plaza San Luis, otras en Plaza San Juan, pero siempre cerca del Obelisco, porque había luz y tenía menos miedo. Además, porque acostarme en un banco y mirar ese emblema hasta dormirme me hacía sentir más cerca de mi objetivo”. Rememora el periodista.

Marcelo a los 18 vivió en la calle comiendo una vez al día y jamás olvidó cómo duele el hambre: “Era demasiado ingenuo y Buenos Aires me aplastó. Mis duchas dependían de la solidaridad de los compañeros de trabajo. Y si juntaba algo volvía a la pieza. Mamá no sabía nada. Hablaba por teléfono y estaba todo perfecto. No tenía enterarse no la quería hacer sufrir. Lo más duro era esa alerta permanente que no me dejaba descansar, porque siempre seguía latente el ´ ¿qué será de mañana? ‘Algo que nunca podré olvidar, por más que lo intento es el hambre. A veces podía comer solo una vez al día, entonces trataba de hacerlo más o menos a un horario al que llegase aguantando y que me permitiese ir a la cama sin que me doliese la barriga. ¡Porque el hambre se siente acá! en el centro del abdomen. El hambre no te deja pensar, te atonta, te enajena... Es una sensación de vacío tan terrible que aún la tengo muy vívida en mi cabeza. Por eso llegué a tener, cuando pude, hasta seis trabajos simultáneos. Yo debía tomar posición económica: asegurarme un techo, mi salud y mi comida. Recuerda aún emocionado.

Así continua Marcelo Polino su Historia: “Hasta que un día, en una vidriera en Corrientes y Libertad. Vi un juego de magia y supe que, con mi desfachatez, algunos chistes y el carisma que me había salvado en el colegio, podría ganarme la vida. Me dije: ´ ¡Acá tenés un buen plan! ´. Una varita que se transformaba en un ramo de flores. Un globo que al pincharse revelaba una paloma. Y un abanico que cambiaba de colores. Con esos tres trucos me animé a las primeras fiestas infantiles hasta que me enteraré que Pipo Pescador estaba castineando magos para un nuevo show. Me presente y de caradura lo gané y comencé a trabajar con él. Segura había muchos mejores que yo, pero con esos truquitos yo le hice un gran show, vio mi potencial y me contrató.”

Su sueño por la farándula y el mundo del espectáculo, seguían intactos y en el camino fue personal de limpieza en Editorial Perfil: La primera oficina que me tocó limpiar fue la de la revista Tal cual, que ahora es Caras. Yo feliz porque cada vez me acercaba más a la meta que me había puesto cuando salí del pueblo. Leía todo: noticias, chimentos y los epígrafes de cada foto que se publicaba. Hasta que un día, mi perseverancia y el destino me ayudaron. El staff de redactores se negaba a trabajar los domingos y me ofrecí muy inconsciente y me dijeron que sí. La primera nota que hice en mi vida fue a dos gemelas que habían sido separadas al nacer y que Gerardo Sofovich había reunido en su programa. ¡La publicaron! Eran cinco renglones, pero yo me sentía Mariano Moreno, el padre del periodismo. jajajaja”. Relató sobre sus comienzos en el periodismo.

Trabajó “veintipico de años” en aquella editorial. Y paralelamente le llega la oportunidad de trabajar en radio, casi por casualidad: “Fue durante un recital de Silvina Garré, una productora de Radio se le acercó con la propuesta de sumarse a la emisora. No sé qué me vio, porque me eligió. Pero ni había sacado la tarjetita y yo ya estaba prendido del micrófono. Con la tele me hice popular muy pronto, muy rápidamente. El día después de mi debut en Canal 9, tomé el colectivo para volver a casa y la gente ya sabía quién era. Arranqué con Lucho Avilés (Indiscreciones, 1992) cuando solo había 4 canales y 25 puntos de rating y jamás paré hasta hoy. Después vino el jurado de Show Match, el teatro, los monólogos y el convertirme en el jurado con más horas en realities y programas de talentos de la TV.”

Hoy su presente es ser parte de Fátima 100 %, el espectáculo más visto en esta temporada en el Roxy de Mar del Plata, protagonizado por Fátima Flórez y producida por Guillermo Marín. Obra que seguirá en Mardel hasta marzo, con funciones de martes a domingo: “Es maravilloso vivir este suceso. Desde que arrancamos que tenemos localidades agotadas. Es como una isla, un oasis en esta temporada. Todas las funciones llenas, llenas, llenas. De hecho, hemos invitado a colegas que se han tenido que sentar en el piso porque no había más lugar ni para agregar una silla. Así que estamos súper felices. Lo que pasa todas las noches en el teatro es tremendo. Con Fátima somos amigos hace como 20 años, nos miramos y nos conocemos, y esa complicidad el público la ve. Es la primera vez que trabajamos juntos, yo le hago preguntas, la cargo con el presidente... Porque me sale el periodista y quiero saber qué hizo en la semana, a donde viajó, lo que hizo... Lo que surge en el momento, siempre con mucho respeto. Y a la gente le encanta. Juntos nos potenciamos”, aseguró Marcelo.

Polino se siente a gusto con el rótulo de showman. Es periodista y monologuista. No estudió, pero aprendió con los mejores. Enrique Pinti y Antonio Gasalla fueron sus maestros y quienes potenciaron su gran habilidad de decir lo que piensa, por más duro que sea, siempre con humor (como lo hacía su mamá).

Nacha Guevara es una de sus grandes amistades. Enrique Pinti fue un gran amigo. Gasalla casi familia, y hasta quiso regalarle un departamento en plena recoleta. Luciana Salazar su amiga del alma, que hasta le ofreció uno de sus óvulos para que pueda ser papá. Un hombre con personaje de “malo”, muy fácil de amar.

Escucha la entrevista completa y su historia en su propia vos acá en Íntimamente con Alejandra Rubio.