Víctor Heredia: Historia de un trovador
Martes, 21 Julio 2020 10:14

Víctor Heredia: Historia de un trovador

Músico, cantante, autor, escritor y uno de los artistas más populares de nuestro país. Cumplió 50 años de estrecho amor con la música. Comenzó su carrera en el mostrador de una carnicería a los 5 años. Fue distinguido como ciudadano ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Recibió un Grammy a la excelencia, el premio Konex de Platino. La Lira de Oro. Ganó el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar en 4 ocasiones junto a la preciada Gaviota de Oro. Varios Premios Gardel y el Gardel de Oro, entre otros tantos reconocimientos nacionales e internacionales.


Víctor Heredia hace un repaso por su vida y sus grandes afectos. Cuenta como afecto a la familia y en su vida la desaparición de su hermana María Cristina, el intento de exilio en Europa que no pudo soportar, la vuelta de la democracia, la amistad con Serrat, Mercedes Sosa y León Gieco. Y toda una vida de compromiso con la humanidad, canciones y música.
Su voz siempre llamó la atención. Oriundo de Paso del Rey, fue en una casa chorizo del barrio porteño de Monserrat donde empezó a tomar contacto con la música: “Recuerdo tener cinco años y como vivíamos en una casa chorizo, los operarios de una imprenta que estaba en una habitación de el fondo, les gustaba como cantaba y me empezaron a premiar. Por aquel tiempo iba acompañando de mi madre en unas compras por el barrio, y el carnicero de la esquina me preguntó si era cierto que sabía cantar y muy caradura le respondí que sí. “A ver, vení, me dijo, ante la mirada intrigada de mi madre, me subió al mostrador. Y canté. Cuando terminé, todos aplaudieron. Imagínate, me encantó. Ese fue mi primer escenario y donde descubrí mi vocación”.
Tras ese primer aplauso también obtuvo al poco tiempo su primera grabación. “Mi vieja fue mi primer productora discográfica. Quería regalarle algo especial a mi viejo y se le ocurrió que yo grabará, en esos discos de pasta, ‘Camino del indio’ de Yupanqui, su favorita y se la regalamos para su cumpleaños. Fue un gran éxito en mi familia jajaja”.
Luego llegaron las primeras clases música. Aunque su primer instrumento no fue la guitarra sino el piano. “Practicaba sobre un tablero de madera, que había confeccionado mi viejo, porque era muy caro comprar un piano real”, cuenta. Por suerte a los diez años le llegó su primera guitarra. Y poco después se largó a componer. “La primera canción que hice fue ‘Para cobrar altura’, la zamba con la que después gané en Cosquín. Para escribir me basaba mucho en lo que sonaba en la casa. A mi papá le gustaba mucho el tango, Alberto Marino. Y mi abuela me pedía que le cante canzonettas. De bebé me acunaban con la Marsellesa y aun recuerdo la letra completa y a mi abuela cantándomela”.
Pero, como todos los grandes, Heredia también fue rechazado:“La primera prueba fue un poco antes de terminar el secundario. A los dieciséis. Me pusieron en un estudio a cantar mientras miraban del otro lado del vidrio. Les toqué ‘Para cobrar altura’ y ‘Camino del indio’. No les convenció. Cuando volví a mi casa, esperé a la noche para comentarles a mis viejos y les suavicé el rechazo. Era joven y era algo que podía pasar, pero ellos estaban ilusionados”.
A los 19 años de edad, obtuvo el premio Revelación Juvenil en el Festival de Cosquín con la zamba “Para Cobrar Altura”, de su autoría. Dos años después obtuvo el premio Consagración en el mismo festival y su álbum El viejo Matías superó las 500 mil copias vendidas.
“Todo fue muy veloz. Los productores de la RCA Victor! Me habían escuchado cantar y querían que firmara ahí mismo un precontrato con el sello. Primero grabé un disco compartido con Larralde y los Chalchaleros. Y después uno solista con “Para cobrar altura”. El asunto es que los productores querían que continuara en el folclore; el bombo y la guitarra. Y eso no era lo que yo quería”.
Cuando compuse 'El viejo Matías' –recuerda- no le corregí ni una coma. Tenía 22 años. Entusiasmado, llevé la canción a Microfón, mi compañía en ese momento, y el director artístico me sacó corriendo: duraba seis minutos y ninguna radio iba a querer pasarla", recuerda el músico. Finalmente, la grabó y fue en el lado B de su siguiente simple. Al principio no funcionaba y, en dos meses, las ventas treparon a medio millón. No podía creerlo", recuerda Heredia.
Sigue su carrera y diez años después, vive los peores días de su vida: un grupo de tareas secuestró en junio del 76 a su hermana María Cristina Cournou, embarazada de pocos meses, y a su marido Nicolás Grandi; y desde entonces no sabe nada de ella, pese a que en seguida se pone a buscarlos y que él mismo venía amenazado de antes. “Eran las primeras desapariciones y teníamos una inconciencia muy grande. Yo en un punto me sentía invencible. Claro, no sabíamos hasta qué punto iba a llegar el horror”, relata.
Tras la búsqueda sin frutos, sus familiares y seres queridos empiezan a exigirle que por su seguridad al menos se exilie. Y lo intenta dos veces. Primero Madrid, luego a Roma. Pero no aguanta y en ambas oportunidades regresa a las pocas semanas. “Mi mamá no sólo había perdido a su hija y a su yerno sino también a mi padre que falleció entre medio. No podía dejarla sola”, explica quien emprende entonces una suerte de exilio interno en Rosario, un departamento céntrico que le presta un amigo y del cual casi no sale por un año y medio. “Vi el Mundial 78 en una tele sin volumen. Me mandaban la comida, lo que necesitaba, a través de terceros. Recién en el 79 asomé un poco la cabeza. Intentamos hacer una gira con Cabral pero nos volvieron a prohibir. Literalmente nos bajaron los carteles de las calles”. El terror lo lleva a recluirse aún más pero también a encontrar en la composición un lugar de catarsis. “Fue un momento mío, muy personal, que después coincidió con el sentir de mucha gente cuando recuperamos la democracia y muchas de estas canciones se convirtieron en himnos. Porque una cosa es ser famoso y otra cosa es que ocurra esa especie de aullido que empezó a escucharse cuando dábamos un recital y tocábamos ‘Sobreviviendo’, ‘Todavía cantamos’ o ‘Ahora, coraje’. Era desgarrador. La gente hacía catarsis de verdad”.
La querida Mercedes Sosa elige a Víctor cuando regresa al país en el 83 para renovar su repertorio junto a temas de León Gieco (“Sólo le pido a Dios”), Fito Páez (“Yo vengo a ofrecer mi corazón”) o Charly García (“Inconsciente colectivo”). “Mercedes tenía la capacidad de elegir la flor mustia y transformarla en algo extraordinario. Encontrar entre tus canciones la joya. En mi caso fue ‘Razón de vivir’. Porque ella ya había elegido a su regreso ‘Todavía cantamos’. Pero ‘Razón de vivir’ había quedado bajo la sombra y ella la rescató para convertirla en un clásico. De ahí en más el afecto que nos unió jamás se disolvió”.
Sus canciones comenzaron a traspasar las fronteras: Sobreviviendo, Todavía cantamos, Dulce Daniela, Razón de vivir, Aquellos soldaditos de plomo, Informe de la situación y Ojos de cielo, entre otros se convirtieron en verdaderos “Himnos” de Nuestra Música y él en un gran icono de la canción.
Su vida y su historia completa, aquí en Íntimamente con Alejandra Rubio.